-Historias Dark Hunter- Capitulo 57 Por Jeliel
miércoles, agosto 03, 2011Kyrian había utilizado sus dotes de general para dirigirnos y repartirnos la ciudad. Me tocó la zona este, que patrullaría con Vane.
- No deberías meterte en esto por mí, es peligroso, vuelve al bar - le dije mientras miraba a mi alrededor buscando algún daimon, cerca de Magistrate Street.
Se echó a reír.
- Nena, que tierna eres. Solo eres una niña, tanto en edad mortal como inmortal, así que no me digas lo que tengo que hacer ¿quieres?
Saqué la navaja que Aquerón me había regalado y lo apunté al cuello.
- Cuidadito conmigo, guapo.
Ambos nos empezamos a reír a la vez y le saqué la lengua.
- Debería ponerle nombre a esta cosa, ¿no crees?
Vane miró la pulsera de cuero que adornaba mi muñeca derecha, observando fijamente el pequeño símbolo dorado del sol con tres rayos plateados atravesados, el símbolo de Aquerón, de apenas tres centímetros de diámetro.
- ¿Aprecias mucho a Aquerón? - preguntó.
- Muchísimo. Le debo la vida, la vida que ya no tengo. Se comportó como un padre para mí durante años.
Asintió con la cabeza y me hizo un gesto para que continuara caminando. Observé su espalda, quedando hechizada por su forma de caminar tan… tan… ¿canina? parecía peligroso y daba la impresión de estar siempre preparado para saltar a la yugular. Cuando fui tras él me di cuenta que había empezado a moverme de forma parecida a la suya. Me encogí de hombros y pensé que era normal puesto que él realizaba mi entrenamiento y había adquirido algunos de sus movimientos.
Miró hacia atrás para ver donde me había quedado y corrí a adelantarlo para no verlo y poder concentrarme en los daimons.
No pasó demasiado tiempo hasta que esa dichosa sensación se apoderó de mi cuerpo y me hizo ponerme alerta. Cerré los ojos para localizar mejor su presencia y los localicé en un callejón cercano. Hice un gesto a Vane para que guardara silencio y caminé lentamente hasta el callejón para asomarme.
Lo que vi me hizo estremecer. Seis daimons se alimentaban de dos chicas que, curiosamente, eran tan rubias como ellos. Intenté acercarme sigilosamente pero uno de ellos me vio por el rabillo del ojo y se abalanzó contra mí. Una daga se clavó en su pecho y explotó. Confié en que la daga fuera de Vane, no iba a darle la espalda a esos bichos asquerosos para comprobarlo. Se abalanzaron contra mí y automáticamente me agaché para golpear al que tenía más cerca en las rodillas y hacer que cayera, no le dio tiempo a tocar el suelo, rápidamente cogí la daga de Vane, que estaba a mis pies y se la clavé en el pecho, éste también explotó. Quedaban cuatro y yo tenía la adrenalina por las nubes. ¡Había matado a mi primer daimon! Sonreí a Vane, que me vigilaba a la vez que golpeaba furiosamente con los puños a otro. Me planté en frente de otro daimon, que por lo menos me sacaba una cabeza de altura y le lancé el puño para golpearle en la cara, intentó devolverme el golpe, pero me agaché a tiempo y corrí hacia él, empujándolo con todas mis fuerzas hasta que chocó contra otro de los daimons que se acercaba corriendo a nosotros. Los tres caímos al suelo y fue lo peor que pude hacer, pues el daimon contra el que me había lanzado me aprisionó contra sus brazos. Vane entretanto había matado a los otros dos, quedaban los dos que peleaban conmigo en el suelo. Lo escuché llamarme a gritos pero estaba demasiado ocupada mirando a los ojos azules de aquel daimon que me sonreía y cada vez me apretaba con más fuerza, sus ojos estaban inyectados en sangre, llenos de odio. Intenté librarme de él pero no lo conseguí, me agarraba de tal forma que aunque en mi mano derecha empuñaba a Colmillo -en ese momento decidí el nombre de mi daga- y en la izquierda la daga que Vane había perdido me resultaba imposible utilizarlas. Le di un cabezazo en la frente sin mucho éxito.
- ¡Hijo de ****! - le grité.
Él rio a carcajadas mientras a nuestra espalda se abría un portal a lo que supuse sería Kalosis. Vane terminó con el daimon que había abierto el portal lanzándole un cuchillo pequeño que yo sabía que escondía en una de sus botas. El portal empezó a cerrarse, pero el último daimon empezó a gatear como pudo conmigo debajo para arrastrarme hasta allí. Fue en ese momento cuando cometió el error de aflojar la presión con la que me retenía y conseguí colar la mano derecha entre nosotros y apuñalarlo. No me había dado cuenta de que Vane se había lanzado contra él a su espalda para apuñalarlo también, y cuando el daimon explotó con un grito de angustia, Vane cayó sobre mí y Colmillo se clavó justo al lado de su corazón. Se derrumbó sobre mí. Grité aterrada.
-¡No! ¡Mierda, mierda, mierda, Vane!
Lo tumbé como pude boca arriba y me arrodillé a su lado.
- Aguanta un poco, te llevaré... - una lágrima resbaló por mi mejilla, la escena me recordaba tanto a la que había vivido hacía solo un par de días que me desgarró el corazón.
Estábamos lejísimos de El Santuario, en una zona aislada donde ni siquiera pasaban taxis buscando clientes. Necesitaba que alguien nos teletransportara rápidamente. Vane me miraba y abrió la boca para decir algo.
- No gastes las fuerzas hablando, lobo. Llamaré a Aquerón y...
Una luz me cegó en ese momento y me giré rápidamente sin apartar las manos de la herida de Vane, esperando ver a Aquerón, pero no era él. Allí plantado a dos metros de nosotros había un hombre alto y musculoso, de cabello negro y ligeramente rizado, sus ojos eran pequeños y desde esa distancia me parecieron grises. Emanaba poder, pero no sabía quién era. ¿Estaba de nuestra parte? ¿Venía a rematarnos? Vane me apretó la mano con la que apretaba su herida e intentó moverse debajo de mí. El recién llegado se acercó a nosotros, vestía como si viniera de la playa, unas bermudas blancas y una camisa medio abierta de color azul con un estampado horrible que dejaba ver parte de su pecho, su piel era increíblemente pálida; no aparentaba más de treinta años y en conjunto era bastante atractivo. Cuando se agachó lado pude corroborar que sus ojos eran grises, pero tenían motitas verdes y azul claro.
- No lo sueltes - dijo mirándome fijamente. Su voz me sobresaltó, sonaba grave y ruda.
En un segundo nos encontramos en la habitación que temporalmente ocupaba en El Santuario y pedí ayuda a gritos. Algunos de los Peltier entraron en la habitación totalmente sincronizados y levantaron a Vane para llevarlo a la sala que utilizaban como quirófano. Corrí tras ellos y cuando me aseguré de que Vane se encontraba en buenas manos con el doctor Carson salí al pasillo para encararme con el desconocido.
- ¿Quién eres? - le pregunté sin más preámbulos.
Mi mirada se perdió en mis manos, que estaban manchadas de sangre, exactamente igual que hacía dos días. Inspiré profundamente y levanté la mirada hacia el hombre. Éste extendió la mano y conjuró un báculo al que le calculé unos 170 centímetros de longitud. Miré el objeto, que a simple vista parecía de madera negra, pero cuando me lo tendió y lo toqué comprobé que estaba hecho de algo más duro que la madera. ¿Metal, tal vez? No parecía pesar tanto. Era precioso, en la punta había un tridente verde como mi palmo de grande, y parecía hecho de piedra...
- Jade - dijo sobresaltándome -. Es jade imperial. Este báculo te pertenece, guarda mucho poder en él y es indestructible. Ahora mismo tienes asuntos de los que ocuparte, pero cuando todo se haya calmado invócame, tengo tanto que explicarte... Mi nombre es Tritón.
Desapareció como había llegado, dejándome con aquel palo en la mano. Genial...
¡Vane! Corrí hacia el quirófano, donde Carson ya estaba cerrando la herida de Vane con unas grapas horribles. Me acerqué a la camilla, Vane sudaba incluso más que en nuestro entrenamiento, encontré un paño y le enjuagué la cara con cuidado. Abrió los ojos rápidamente.
- Lo siento - susurré...
dijo en mi mente. Alargó el brazo y me acercó aún más a la camilla, ladeó la cabeza, apoyó la frente en mi brazo y se quedó dormido.
- Necesita dormir, se recuperará pronto si no se mueve demasiado - dijo Carson -. Tienes cosas que matar.
Sí, tenía bichos malos que matar. Tenía que salir a ayudar al resto de cazadores, con ayuda o sin ella. Volvería a mi puesto, aunque no quería dejar a Vane solo. Suspiré cuando solté la mano de Vane y agarré el báculo. ¿Qué nombre le pondría a mi nuevo juguete? Lo más probable es que se me ocurriera alguno en cuanto viera su supuesto poder. De repente recordé a uno de mis hermanos metiéndose conmigo cuando era muy niña por mi obsesión por ponerle nombre a todas las cosas. Apreté el báculo con más fuerza.
Sal a la calle, mata, desahógate.
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