Sexto Capitulo en Español de "The Guardian"

domingo, noviembre 06, 2011

Lydia hizo una pausa al ver reaparecer al demonio en la habitación con ella.

Aunque su postura era orgullosa y fiera, como siempre, ella vio la vergüenza y el odio a sí mismo en sus ojos azules y fríos antes de pestañar y desviar su mirada, luego rengueó lentamente hasta llegar a su escritorio.

Mientras se sentaba en la silla tallada, ella pensó en preguntarle si estaba bien, pero no quería herir su orgullo más de lo que ya parecía estarlo. No había necesidad de preguntarlo cuando ya se daba cuenta que estaba avergonzado y perturbado.

Y era dolorosamente obvio que no estaba bien. Estaba dolido, y ella no se refería al dolor físico de sus heridas. Un aire de desesperanza y de completo pesar y tristeza se apoderaban de él. Nunca había visto algo así. Ni siquiera en pesadillas. Sin una palabra, él se limpió cuidadosamente la sangre fresca que caía por el costado de su nariz y de su boca hinchada. Había más sangre en su oído, cayéndole por el cuello en una brillante línea roja que hacía juego con su maquillaje.

El hecho de que él lo ignorara completamente le decía qué tan seguido le pasaban estas cosas. Ni siquiera reaccionaba a eso.

Por alguna razón que no podía identificar, el verlo sentado tan perdido y fiero al mismo tiempo tocaba una parte de su corazón y la hacía dolerse por él como si el dolor fuera propio.

Él usaba una máscara de rudeza, y poder inquebrantable, y aun así…

Ella no veía la cara pintada del demonio ahora. Sólo veía al hombre que se escondía  detrás de ella. Y aunque fueran enemigos, ella quería calmar esa parte de él

Quizás así, solo quizás, si pudiera llegar a él, él los ayudaría a ella y a Solin. Los Dioses sabían que él no tenía ningún motivo para estar del lado de Noir. No cuando el bastardo lo torturaba así. Había un hombre de carne y hueso dentro de su alma. Un hombre en eterno sufrimiento. Y habiendo sido lastimada y huérfana en un mundo que sospechaba y odiaba a su raza, con una ira inimaginable, ella entendió su necesidad de guardarse las cosas y esconderse de los demás. La inclinación a atacar y lastimar a otros antes de que lo lastimaran a uno.

Era instinto de supervivencia. El camino de un luchador. Si no fuera por Solin y su afecto, ella no habría sido mucho mejor ni más amable de lo que era el demonio. No habría forma de predecir en lo que se habría convertido.

Una persona podía hacer una gran diferencia en la vida de alguien. Para bien o para mal. Con sus acciones y palaras, un solo individuo tenía el poder de salvar o destruir a otro.

Ella había tenido tanta suerte. Solin había aparecido en su vida cuando ella lo necesitaba y había aliviado su dolor. Él le había enseñado a reírse nuevamente y a amar, aun cuando su pasado le decía que tenía que mantener su corazón cerrado.
Pero el demonio….

No tenía a alguien como Solin para sostenerlo y decirle que todo iba a estar bien. Que mataría a cualquiera que lo lastimara, y lo protegería de cualquier amenaza. Alguien como Solin, que le prometiera que a su debido tiempo, el dolor del pasado se convertiría en algo menor y que volvería a aprender cómo amar y cómo volver a reir.

Solin había sido su mejor regalo.

En cambio, muchos habían atacado a este demonio y habían tratado de destruirlo, pero habían fallado en el intento. Quizás era hora de que alguien probara una nueva táctica además de la violencia. Una táctica para la que él no tendría defensa.

Ella se acercó a donde estaba sentado, quedando a medio camino, temerosa de acercarse demasiado y provocar que estuviera a la defensiva y la repeliera. "¿Cómo te llamás?"

Lamiéndose el corte que tenía en el labio, el frunció el ceño y volvió su atención hacia ella. "¿Perdón?"

Así que la bestia tenía buenos modales después de todo. Era todo un cambio poder verlos. "Tu nombre. ¿Cuál es?"

Seth se sentó en silencio mientras consideraba cómo responder algo que debería ser sencillo. Nadie más que el sirviente de Azura, Jaden, usaba su nombre de pila desde que había dejado el reino humano. Los demonios se referían a él como Guardián o Amo, frente a frente - cuando no estaba encadenado e indefenso. Noir y Azura, sólo lo insultaban o lo llamaban esclavo, de tal forma que ni siquiera estaba seguro si sabían su nombre.

Bastardo era probablemente el epíteto más común con que lo llamaban.

Aun así...

¿Por qué querría saber su nombre cuando nadie más lo hacía? Ni siquiera Jaden le había preguntado. Sólo lo había leído en su mente, sin su permiso, la primera vez que se vieron.

Honestamente, no estaba seguro si quería escucharlo de los labios de Lydia. Una parte de él temía esa pequeña muestra de intimidad y lo que le haría. Nada bueno saldría de que ella lo llamara por su nombre.

Nada.

"¿Por qué querés saberlo?"

Lydia suspiro con cansancio. "Siempre sospechás de todo. ¿De verdad me tenés tanto miedo? ¡Por el Monte Olimpo! ¿Qué podría hacerte, siendo tan menuda como soy?"

Ella podría debilitarlo, y aquí, en este infierno donde estaba forzado a vivir, eso podía causarle más dolor. Preocuparse por alguien o por algo.... Esas eran armas letales. Y era la razón por la que la mantenía cautiva. Para debilitar y controlar a Solin.

Nunca seré tan tonto. No por nada ni por nadie.

Él había llegado solo a este mundo, y siempre estaría así. "No te tengo miedo, mujer," se burló. "No le temo a nada." ¿Cómo podría? Su vida entera era pesadilla tras pesadilla. Si le temía a algo, sería usado en su contra. Así que cualquier miedo que hubiera podido tener, había sido purgado siglos atrás.

Ahora....

Estaba vacío en el mejor de los casos, furioso en el peor. Esas eran las únicas emociones que tenía. Las únicas dos que todavía podía entender.

Con sus ojos color topacio llenos de tristeza, ella negó con la cabeza. "Intercambiar nombres es lo que la gente hace cuando se conoce."

"Sí, pero yo no soy..." se frenó justo antes de decir "una persona." Hacía tiempo que le habían quitado hasta el último pedacito de dignidad. Ya ni siquiera sabía lo que era."

¿"No sos qué?" ella le preguntó después de un minuto.

"Humano."
Lydia se dio cuenta de que eso no era lo que iba a decir. "Pero tenés un nombre. ¿Verdad?"

Él asintió. "Podés llamarme Amo."

El fuego era evidente en sus ojos mientras ella frunció el labio burlonamente. "No le diría Amo a ningún hombre. Jamás. Y eso te incluye, para que te quede claro, pibe. ¡Ah! No puedo creer el descaro que tenés."

Esas palabras lo enfurecieron. "¿Te estás burlando de mí?"

Lydia hirvió ante su ridícula pregunta. "¿Acaso vos no te estás burlando de mí?"

Él realmente parecía aturdido ante su pregunta. Diversas emociones que ella no podía identificar pasaron por sus rasgos mientras la sangre seguía cayendo por su nariz. Se la limpió automáticamente antes de responderle. "¿De qué forma?"

Ella achicó la distancia entre ellos, queriendo estrangularlo por eso. ¿Era realmente tan denso? "¿Me estás diciendo que te llame Amo? ¿Qué mierda es esa? No tengo dueño ni nadie me controla."

Su furia no parecía perturbarlo en lo absoluto. Por supuesto, él vivía para servir a Noir, de quien se decía, que vivía con un síndrome pre menstrual constante. Probablemente era inmune a cualquier palabra de odio.

"Bueno," él dijo en un tono más calmo. "Decime Guardián."

Ella hizo un sonido de profundo disgusto. ¿Como si esa alternativa fuera mucho mejor? Por Dios. ¿Realmente eran las únicas opciones que tenía? ¿Amo o Guardián?

Ella movió la cabeza en su dirección. "¿Tu mamá te puso el nombre Guardián? ¿De verdad? No le importarías demasiado para recibir tal nombre.” Ella lo dijo como broma, pero él se puso tieso mientras el profundo dolor se reflejaba en sus ojos - algo que le dijo que se había mandado una cagada, sin querer.

Mierda...

“Perdoname, Guardián. No te lo dije en serio." Ella se acercó para tocarlo.

Él se puso de pie y dio un paso hacia atrás tan rápido que casi se cae de la silla. “No me toques.”

Esas palabras y el tono en el que las dijo se sintieron como balazos.

Ella apretó los puños al ver un enorme, reciente y horrible moretón que su mejilla a través de la pintura blanca. Le hizo acordar a todas las otras heridas y cicatrices que se esparcían por su cuerpo - las marcas de mordidas que había visto en su pecho, muslos y cuello. Y fue en ese momento que entendió completamente su secreto. Su verdadero dolor.

"¿Alguna vez se acercaron a vos sin intención de lastimarte?"

Seth no se movió mientras su pregunta se sentía como un duro golpe en la cara. Pero lo más doloroso era la cruda verdad. Una vez, mucho tiempo atrás, él había vivido como una persona normal. Había pensado que su gente lo amaba. Una familia que le había dicho que él era parte de ellos. Pero había sido una mentira cruel. Habría estado mejor sin conocer su falsa amabilidad. Todo lo que había hecho era mostrarlo lo que no tenía. Lo que otros tomaban por sentado.

Le mostraron que él era indigno de tenerlos.

"¡No merece respirar el mismo aire que yo, ni siquiera tener mi mismo nombre! ¿Cómo te atreviste a darle mi nombre a este pobre diablo? Si pensás el hecho de que lo hayas parido iba a enternecerme, estás equivocada."

Con las palabras de su padre resonando en sus oídos, Seth intentó alejarse de ella. Pero ella se puso en su camino, cortando su retirada. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que intentaba hacer, ella apoyó suavemente su mano en su mejilla, la cual todavía le ardía a causa de los puñetazos de Noir. La ternura del gesto lo sorprendió.

Cerrando sus ojos, saboreó la calidez de su toque, y trató de imaginar una vida donde un gesto como ese no fuera una rareza. Pero la realidad no le dejaba ni siquiera tener ese consuelo. Le gritaba fuertemente en su cabeza, recordándole quién y qué era.

¿Quién podría amar a un perro callejero como vos?

Sos repugnante.

Patético.

No valés nada.

Salí de mi vista, infeliz, antes de que vomite.
Aun cuando complacía a Azura, o a un demonio femenino, lo sacaban de la cama al minuto en que terminaban con él. Sólo era una herramienta para aplacar el instinto carnal.

Nada más.

A nadie le importaba, y a él no le importaba nadie.

Seth abrió los ojos para verla mirándolo con una amabilidad que brillaba en sus ojos color topacio.

Esa mentira le pegó en el estómago con la misma fuerza que Noir golpeándolo contra una pared. A ella no le importaba un carajo él, y él lo sabía. Ella amaba a Solin. Él era a quien había venido a salvar.

Una mujer como ella nunca arriesgaría su vida para salvar a algo como él.

La furia se abrió paso en su interior al darse cuenta de su engaño. Él sabía lo que estaba tratando de hacer y la odiaba por eso.

Le sacó la mano de su cara. "¿Qué clase de idiota te pensás que soy?"

Ella parecía sorprendida ante sus palabras. "No te entiendo."

Sí, claro. Ella lo sabía, y estaba tratando de manipularlo. De debilitarlo. "No soy nada para vos, excepto un enemigo al que vencer. No me insultes ni te insultes a vos misma pretendiendo que las cosas son distintas."

Lydia hizo una mueca de dolor mientras su agarre se intensificaba en su muñeca y la arrastraba hasta la cama. Él pánico se apoderó de ella temiendo sus intenciones. Ella comenzó a resistirse, hasta que se dio cuenta que no la iba a atacar. Él manifestó una cadena que iba desde la cabecera de la cama hasta su tobillo.

Sus ojos brillaron como hielo mientras la soltaba y volvía hacia su escritorio.

"¿Vas a dejarme encadenada acá?"

"Sí." Él abrió su laptop.

“¿De verdad?”

Él se negó a mirarla. "¿Acaso no fue eso lo que dije?"

Comenzó a tipear algo.

Ella estaba asombrada ante su exagerada reacción a una pregunta tan simple. "¿De verdad le tenés tanto miedo a que alguien te toque?"

Dando vuelta su cabeza, la miró con furia por arriba del hombro. "Te lo dije. No le tengo miedo a nada."

Pero ella sabía cómo eran las cosas. No le decía su nombre. No le dejaba ver su verdadero rostro ni ofrecerle ningún tipo de consuelo...

"Podés mentirte a vos mismo todo lo que quieras, Guardián. Yo sé la verdad sobre vos."

Un gesto amenazador se propagó en su rostro. "¿Qué verdad?"

"Le tenés miedo a la gente. Si no. ¿Por qué vivirías de esta forma?"

Él golpeó el escritorio con sus manos con tata fuerza que la hizo saltar, y e hizo que la computadora se levantara unos centímetros para caer de lado sobre el escritorio.

"No le tengo miedo a la gente," dijo entre dientes apretados. "Los odio." Ella podía saborear el veneno que le inyectó a esas palabras. "¿Entendés? Mienten. Roban. Engañan y hacen trampa. No hay absolutamente nada en ellos que soporte... y si no me dejás en paz, voy a sacarte la voz nuevamente."

Una parte de ella estaba tentada de probar hasta qué punto cumpliría con su amenaza, pero su parte más racional ganó.

Él no era una persona que se echaba para atrás.

Bien. Como sea. Que se pudra en su miseria. A ella no le importaba en realidad.

No era como si fuera a lidiar con él por mucho tiempo más.

Tarde o temprano, Solin la liberaría. Ella lo sabía. Sin nada más que hacer, se sentí en la cama y miró mientras él trabajaba  o lo que sea que estuviera haciendo en su laptop. Ella inclinó su cabeza hacia un lado mientras los minutos pasaban y él le daba a las teclas con tanta fuerza, que estaba sorprendida que no se trabara, o se rompiera.

Era más que obvio que no tenía idea de lo que estaba haciendo, y se puso cada vez peor. Dios, si ella lo entendía. Cómo decía el viejo adagio, un televisor puede insultar tu inteligencia, pero nada te lo refriega en la cara como una computadora.

Y por alguna razón que no podía identificar, le complacía su fracaso.

Mejor. Espero que te hundas en tu frustración hasta el hartazgo.

Eso le iba a enseñar a portarse mejor con ella.

Seth trataba de concentrarse en su investigación, pero en todo lo que podía pensar era en el leve sonido de la respiración de Lydia.

Cada vez que hacía hasta el más mínimo movimiento, su cuerpo reaccionaba en contra de sus deseos.
¿Por qué lo había tocado? Entre eso y su beso cuando le había devuelto la voz, había cavado su propia tumba. Ahora no podía evitar preguntarse cómo sería acostarse con una mujer y no con un demonio. ¿Serían todas las mujeres como Lydia? ¿Olerían tan bien? ¿Serían tan suaves?

No la mires.
 
Escuchó a su instinto de conservación, pero aun así no pudo resistir mirarla por sobre su hombro, solo para encontrarla mirando a su espalda desde donde estaba sentada con las piernas cruzadas sobre su cama. Con sus  codos apoyados en sus rodillas, ella descansaba su pera en sus manos cruzadas. Él no tenía idea por qué le parecía adorable, pero así era.

“¿Qué estás haciendo?” le preguntó.

“Tratando de leer a través de tu cabezota.”

“¿Por qué?”

Ella le dedicó una mirada divertida. “Ah, no sé. Quizás porque estoy súper aburrida y en realidad no tengo otra cosa para hacer, ya que no tengo sueño- ¿Qué hacés para entretenerte? Además de mirar porno on line.”

“¿Porno?” Ella usaba muchas palabras que para él no tenían significado.

“¿Pornografía? ¿Acaso no sabés lo que es? Mujeres desnudas mostrando sus lugares felices para los hombres solitarios que no pueden conseguir una cita. O, en tu caso, hombres que viven debajo de una roca y que no tienen oportunidad de ver esa parte de la anatomía femenina.” Él se sentía tan horrorizado como intrigado ante lo que ella describía. ¿Las mujeres hacían semejante cosa? ¿Y uno podía verlo?

Claro que durante su corto tiempo en el reino humano, la gente había sido bastante abierta sexualmente. Obviamente, eso no había cambiado.

“No estoy buscando porno.” Él no se había dado cuenta que podía hacer eso, pero ahora que ella lo había mencionado… ¿dónde la encontraría? No había tenido la computadora durante mucho tiempo. Sólo un poco más que una semana. Él ni siquiera se habría enterado de que algo así existía de no ser por los demonios babosa que habían mencionado el tema mientras estaba interrogando a Solin.

Una vez que había vuelto a su habitación, había manifestado una, y le había tomado su tiempo darse cuenta de cómo usar sus poderes para hacer que se conectara al mundo humano. Pero más allá de eso…

Alguna especie sádica de demonio debía haber inventado a la maldita cosa.

Pero Lydia parecía saber cómo usarla.

“Podrías…”

No preguntes, no lo hagas.

Ella levantó una ceja al mirarlo. “¿Qué?”

Él dudó. Había dejado de pedir ayuda a otros mucho tiempo atrás. O lo ignoraban, o lo humillaban por eso. Era una situación imposible para él.  Y ya le habían pateado los dientes y lo habían insultado lo suficiente por un día. “No importa.”

Una luz de entendimiento se encendió en los ojos de Lydia. Su pene dio un tiró ante su expresión juguetona. “¿Querés que te ayude, no?”

Sí, pero nunca lo admitiría. “Puedo descifrarlo por mí mismo.”

Ella hizo un sonido de incredulidad. “No te hace débil pedir ayuda cuando la necesitás. Al contrario, es un hombre fuerte el que conoce y reconoce sus limitaciones.”

Y era un tonto que  se exponía al ridículo.

“¿Te importaría parar un poquito? Necesito concentrarme. Él se dio vuelta.

Lydia quería decirle desesperadamente dónde se podía meter esa laptop. Pero él tenía una timidez casi adolescente que evitaba que ella fuera hostil con él.

Él había comenzado a abrirse con ella, pero luego algo había causado que se reprimiera nuevamente.

¿Algo? Ya viste su cuerpo. No era algo intangible lo que lo hacía retraerse. Eran años de abuso que le habían enseñado a ensimismarse. Llegaba un punto en la vida de cada persona cuando habían recibido demasiados golpes como para buscar ayuda. Después de unas cuantas conmociones cerebrales, ya no querían más nada. Ella lo entendía mejor que cualquiera. “¿Guardián?”

Un tic comenzó en su mandíbula mientras se dio vuelta hacia ella con un gesto tan amenazador que ella se preguntó si lo practicaría frente a un espejo para asustar a los otros demonios del lugar. Era algo bueno que ella no se asustara fácil. En cambio, ella le sonrió. “Las computadoras son extremadamente molestas y difíciles de operar si no estás acostumbrado. A veces es difícil aunque estés acostumbrado. Si me soltás, no me importaría ayudarte a hacer lo que sea que estés tratando hacer.” Ella movió la cadena, expectante.

Seth no se movió por un minuto entero mientras debatía consigo mismo. Era más sano para él cuando ella se mantenía lejos de él.

¿A quién querés engañar? Bien podría estar encima de ti, por la forma en que reaccionas cada vez que respira, aunque esté del otro lado de la habitación.

Y él necesitaba terminar con la investigación. El tiempo corría rápido en el reloj de arena y no lo podía detener o frenar. Noir no le extendería el plazo y él lo sabía. Preparándose, él asintió.

Lydia finalmente respiró mientras su cadena se desvanecía al instante. Guau…esos eran poderes que daban miedo y ella todavía no sabía la extensión de los mismos.

Tratando de no pensar en eso, ella se levantó y fue hacia su escritorio. Él le dejó su silla y se cambió a otra. Haciendo sonar sus nudillos, ella se sentó, y luego dudó mientras se acercaba a la laptop. “¿Esta cosa no me va a comer los dedos, no?”

“¿Perdón?”

“Traté de usarla antes y se cerró sola. Casi se llevó un par de mis falanges.”

Se le movió el costado de la boca, y se habría convertido en una sonrisa, pero él lo evitó. “No, no va a lastimarte.”
Aun un poco escéptica, ella acercó la computadora cuidadosamente. Pero él tenía razón. Ya no estaba hambrienta y era bastante seguro escribir.

Ella miró  hacia arriba, y vio otro moretón hinchado en su frente que no era visible hasta que te acercabas  a él. Se le contrajo el estómago. Sabiendo que él nunca le hablaría de eso a ella, se enfocó en lo que tenían que hacer. “Ok. ¿Qué querés saber?”

Él dio un paso hacia atrás. “Necesito saber más sobre la llave del Olimpo”

Ok. Ella no tenía idea de por qué y nunca antes había escuchado el término. Pero había muchas cosas que no sabía sobre su cultura. Solin la había criado en otras partes de Europa. Por razones que nunca quiso revelar, la alejó de su herencia histórica. Y si bien la había educado para conocer a los Dioses  y su rama de los Were-Hunters, él siempre había insistido que nunca tratara de contactarlos. Y como ella nunca había interactuado con otros de su especie después de la muerte de su familia… Ella básicamente no sabía más que los sucesos más importantes.

“¿Buscaste en Google?” ella le preguntó.

Él frunció el ceño. “¿Google?”

“Si, Google. La herramienta de búsqueda.”

Él inspire por la nariz y  luego movió su cabeza como si lo atravesara un gran dolor. Luego apoyó su palma sobre su ojo izquierdo y la sostuvo ahí. “¿Qué es una herramienta de búsqueda?”

“¿Estás bien?” Aunque no se quejaba, ella tenía la sospecha de que sentía mucho dolor en este momento.

“Se me va en un minuto.” Él bajó su mano y abrió el ojo.

Lydia jadeó al ver que todo el blanco de su ojo estaba completamente rojo. Rojo sangre. "Ay por Dios. ¿Te duele?"

Seth no tuvo respuesta para su pregunta. Cada parte de él le dolía. Especialmente su pene inflamado que le rogaba que la tomara a pesar de lo que ella quisiera. Pero él no era un animal. Habiendo sido violado en varias ocasiones, no se lo iba a hacer a otra persona. Es más, ni siquiera podía recordar la última vez que había tenido sexo de forma que no se sintiera como una violación a su cuerpo y alma.

Como ella lo sospechaba, después de los trece, nunca lo habían tocado sin la intención de lastimarlo.

Hasta que llegó ella...

Ella se acercó para tocarlo.

Por un instante, se quedó congelado por la apremiante necesidad de sentir su piel en la propia.

No lo hagas. Todo lo que vas a lograr es recordar cosas que nunca vas a poder tener

Ella le pertenecía a Solin. No a él.
Rápidamente se movió lejos de ella.

Pero ella parecía no darse cuenta. En vez de eso, ella lo persiguió por toda la habitación. ¿Qué carajo? Cada vez que se movía, ella estaba un paso atrás, tratando de tocar su ojo lastimado. Él ni siquiera quería pensar en lo estúpido que debía verse tratando de esquivarla. "¡Pará!" finalmente le gruñó.

Ella retrocedió como si le hubiera pegado un cachetazo y lo hizo sentir como forro. "Solo quería ayudarte."

"¿Ayudarme con qué?" ¿A morir de lujuria insaciable? Esa era su mayor amenaza en ese momento.

Ella hizo un gesto de negación. "Tu ojo está completamente rojo. Es como si estuviera lleno de sangre."

Eso explicaba su que tuviera nublada la visión, pero el dolor que sentía era en el hueso donde Noir le había dado piña tras piña después de que se dejara llevar por el impulso de cuestionar la moral de su madre. "Se debió haber roto una venita en el ojo. Suele pasar."

Lydia se sintió enferma por la forma casual en la que hablaba de algo tan horrible. Venas rotas no era algo que solía pasar. Así como tampoco los moretones que habían aparecido en su cara. Ella dio un paso hacia él. Él retrocedió.

Bueno, no iba a dejar que ella se acercara otra vez. Y pensar que en realidad había tenido miedo de que él la forzara. Si...

"Todavía no me dijiste lo que era una herramienta de búsqueda."

Él lamió su labio roto antes de paras su mano por la herida.

¿Cómo podía ser que alguien tan feroz se viera así de vulnerable y perdido? Esos pequeños detalles de su verdadero ser eran realmente adorables. Y lo peor era que lo hacían encantador para ella. Que era totalmente lo opuesto a lo que estaba tratando de lograr.

"¿De verdad no sabés lo que es? O sea, me doy cuenta que no vivís precisamente en...más bien debajo de una roca, pero tenés una computadora."

"No hace mucho que la tengo y no me había dado cuenta de cómo conectarla con el mundo humano hasta una hora antes de que llegaras. Y sabés que no tuve mucho tiempo para trabajar en ella desde ese momento."

Eso explicaba las cosas. Y aun así... "¿tuviste otra antes que esta?"

Él negó con la cabeza. "Nunca había escuchado que existieran hasta que un demonio me lo comentó. Dijo que me ayudaría a aprender las cosas más rápido. Pero honestamente no me doy cuenta cómo. Los libros son mucho más fáciles para investigar. Me di cuenta de cómo usarlos al momento en que toqué uno. En cambio, me tomó dos días darme cuenta de dónde estaba el botón de encendido en esta porquería."

Sus palabras la sorprendieron. ¿Había hecho una broma? Ella se rió, esperando no ofenderlo.
Seth se congeló ante el sonido más dulce que había escuchado alguna vez. Una risa sincera. Y no era de burla.

Nunca nadie se había reído de esa forma a su alrededor….Él no tenía idea. ¿Habría escuchado alguna risa que no fuera burlona o cruel alguna vez? Si así fue, no podía acordarse. Tampoco había visto a los ojos de alguien iluminarse de la misma forma que los de ella.

Ella era tan hermosa que le quitaba el aliento. Peor, lo atraía hacia ella cuando sabía que debería salir corriendo por la puerta.

Los labios de Seth se movieron como si quisieran sonreir, pero eso también era algo que no recordaba cómo hacer. Seguramente habría sonreído de chico, ¿o no?

¿Por qué no podía recordarlo?

Ella presionó sus labios y se puso seria. “Perdón.”

Su disculpa lo confundió todavía más que su risa. También era algo que no podía recordar haber oído antes. Jamás. “¿Por qué?”

“No lo sé. Te veías perturbado. No me estaba riendo de vos, lo juro.”

“Lo sé.”

Lydia de repente se sintió incómoda. Aunque él tenía una cara muy expresiva, no podía leer sus cambios de ánimo. Y él nunca reaccionaba de la forma que esperaba. Las cosas que deberían hacerlo feliz lo enojaban y las cosas que deberían ofenderlo, no lo hacían.

Ella le ofreció una sonrisa. “Si te hace sentir mejor, no sos el único que piensa de esa forma. Las computadoras hacen que todos parezcamos tontos. Pero tengo que decir que estoy muy impresionada.”

“¿Con qué?”

“Lograste hacerla funcionar cuando nunca antes habías visto una. Eso es impresionante. Yo tengo que llamar al escuadrón de los nerds cada vez que me compro una nueva, y hace años que tengo computadora.”

Nuevamente indescifrables emociones recorrían su rostro. Finalmente hizo en un gesto de incredulidad, el cuál ella no entendió. “¿Me hiciste un cumplido?”

Ella puso los ojos como platos mientras se debatía cómo contestarle. ¿Estaría ofendido por el cumplido? Actuaba de esa forma. Pero no tenía sentido para nada.

“Eh. Sí.”

Esta vez no había forma de no darse cuenta de la furia en esos ojos que la acusaban. “Te estás burlando de mí.”

“¿De qué forma?” Ella estaba completamente desconcertada por su comportamiento y su reacción. “¿Por decir que creo que sos inteligente?”
Su respiración se volvió dificultosa mientras la furia oscurecía su mirada. “Estoy al tanto de mis fallas. De todas ellas. Lo último que quiero o necesito es que seas condescendiente conmigo.”

¿Qué le habrían hecho para que ni siquiera pudiera aceptar un halago de corazón? Le rompía el corazón haberlo lastimado con un comentario inocente que había tenido la intención de hacerlo sentir bien. “Te juro que no estaba siendo condescendiente con vos. Era mi honesta opinión.”

Aun así, el enojo permanecía en sus ojos.

“Perdoname,” le dijo nuevamente, y luego volvió a su escritorio. “No estaba tratando de ofenderte ni de hacerte enojar.”

Seth se odiaba a sí mismo por robarle su felicidad. ¿Habría sido honesta en su comentario? ¿Sería posible que pensara que él era inteligente? ¿Por qué lo haría? Nadie lo había pensado antes. Él sabía que era lento para aprender. Él siempre había sido de esa forma. Era la razón por la que le había costado tanto entender a esa máquina. La razón por la que todavía no podía hacer que funcionara.

Era la razón por la que Noir le pegaba todo el tiempo. No aprendía a mantener la boca cerrada ni la vista en el piso. No aprendía a quedarse callado sin hablar. Sólo un completo idiota seguiría confrontando a alguien  que sabía que iba a lastimarlo. Calmado y cauteloso, él se acercó al escritorio y la miraba abrir ventanas con cosas que no podía leer o entender. “¿Qué estás haciendo ahora?”

“Bueno, estaba buscando tus páginas favoritas.”

“Pero no es un libro.”

Ella lo miró con un gesto irritado. “¿Sabés?, si te hubiera hecho ese comentario, especialmente con ese tono de voz, te encularías y te irías protestando.”

Enojada, se acomodó en la silla y le dio la espalda. “Estoy al tanto de que no es un libro. ¡Por Dios!”

Seth se tomó un minute para pensar sobre eso. Ella tenía razón. Él había sido grosero con ella sin querer. “Sólo estoy tratando de entender.”

Ella todavía estaba enojada, pero al menos le explicaba las cosas. “Podés guardar  tus páginas de internet favoritas, entonces, si querés, más tarde podés volver.”

“Como marcar con un señalador las páginas de un libro.”

Ella asintió. “Por eso se dice de esa forma. Pero no tenés ninguna página en tus favoritos.”

“Ya sé. Te dije que tuve problemas para encenderla y configurarla.”

Lydia frunció el ceño. “¿Seguiste las instrucciones? A ella no le habían sido de mucha ayuda, pero…

“No pude.”

“¿No tenías el manual?”

“Sí. Pero no entendí el lenguaje en el que estaba escrito.”

A ella se le aflojó la mandíbula. ¿Era analfabeto? “Pero hablás un inglés perfecto.” Si bien tenía un acento marcado que ella nunca había escuchado antes, ella había conocido a gente que había nacido hablando el idioma y no eran tan fluidos. Algunas veces ella tampoco lo era.

“Si, puedo entender los idiomas fácilmente cuando los escucho. Pero no puedo leerlos.”

Por Dios, era mucho más inteligente de lo que pensaba. ¿Cómo había podido avanzar tanto con la computadora sin manual y sin poder leer lo que había en la pantalla?

“¿Te ayudó alguno de los demonios?”

Él negó con su cabeza. “No. Acá nadie me habla.”

Rodeado por muchos, y sin embargo siempre solo. En ese momento, él le recordó tanto a Solin que se le cerró la garganta.

“¿Por eso me devolviste la voz?”

Su cara se volvió de piedra mientras esa rabia familiar se brillaba en su mirada helada. “No necesito que nadie me hable. Nunca.”

Ella tuvo que hacer un esfuerzo para no revolear los ojos. A este punto, ella ya no creía que podría en algún momento penetrar sus defensas cuando él estaba tan empeñado en malinterpretar cada uno de sus comentarios y sus intenciones.

“No te hace débil, ¿sabés? Todos necesitan a alguien con quien hablar.”

“Yo no.”

Pero ella sabía cómo eran las cosas. Incluso Solin, que como regla general, le disgustaba  la gente, hablaba con ellos ocasionalmente. Inclusive se había hecho amigo de Arik, otro Dream Hunter al que había ayudado unos años atrás.

Sin embargo, ese tipo de cambios solamente eran posibles cuando la persona que tenía problemas decidía dar el paso hacia adelante. El Guardián no había llegado a eso todavía. ¿Y quién podría culparlo por eso? Era increíble que estuviera cuerdo. El hecho de que tuviera algún tipo de compasión era un milagro.

Suspirando, ella volvió hacia la computadora. “¿Qué estás haciendo?” le preguntó El Guardián.

“Estoy tipeando en google.com para poder obtener una página que nos deje buscar ese término.”

“¿Cómo aprendiste a hacer todo esto?”

“Pasé una enorme cantidad de tiempo navegando.”

Él la miró. “Decís esa palabra. ¿Qué significa?” Su curiosidad entusiasta le record a un niño pequeño.

“Estamos navegando la web ahora. Es un término que la gente usa cuando están on line.”

“Ah, y ¿hacia dónde navegan?” Ella le sonrió. “A cualquier lugar donde quieran ir.”

Abrió los ojos como platos ante la sorpresa. “¿A cualquier lado?”

“Sí, decime algo que quieras ver.”

Él se quedó en silencio por unos segundos mientras se decidía, dándole tiempo para darse cuenta de que su ojo estaba incluso más rojo que antes. ¿Realmente no le dolería?

Él pestañó dos veces, y luego la miró a los ojos. “¿Podemos ver la luz del sol?”

“Claro.” Ella hizo una búsqueda por imágenes.

En el momento en que las fotos aparecieron en la pantalla, se le aflojó la mandíbula. Cayendo de rodillas, él agarró la laptop y tocó con reverencia la primera imagen del sol brillando a través de un grupo de nubes. “¿Todavía se ve así?” habló como si estuviera susurrando una plegaria.

El asombro en su voz y en su cara le llenó los ojos de lágrimas al darse cuenta de otra cosa acerca de él. “¿Hace cuánto que no ves la luz del día?”

Él no sacó la vista de las imágenes. “No lo sé. Hace mucho tiempo.” Su expresión de asombro le hizo querer llorar por él. Ella no podía imaginarse tener prohibido ver la luz del día y el resto del mundo.

“¿Podés mostrarme más fotos?”

“Seguro.” Ella se inclinó hacia adelante para tomar su mano.

Él chilló como si lo hubiera quemado con algo, y se retiró de su alcance.

“Solamente quería mostrarte cómo se maneja el buscador. ¿No querés aprender cómo hacerlo sin mí?”

Seth dudó. No. Él no quería pensar en que llegaría el momento en el que ella no estuviera allí para hacer estas cosas por él. Pero no podía quedarse con ella, y lo sabía.

“Ok. Lentamente extendió su mano hacia ella. Lydia se habría reído si no hubiera sido tan trágico que él se negara a que ella lo tocara. Ella rozó su mano sobre sus hinchados nudillos y apoyó su mano en el mouse.  Los cortes en ellos le raspaban las palmas mientras ella le mostraba como usar el mouse y hacer clic para obtener lo que quisiera ver. Había terribles cicatrices en su muñeca que se veía como si alguien hubiera querido cortarle la mano.

¿Qué le habían hecho?”

Ella podía sentir cada uno de sus tendones y músculos moviénd0se. Más que eso, ella podía sentir el masculino aroma de su piel y su pelo. Esas dos cosas combinadas eran suficientes para hacer que se babeara.

Peor era el deseo repentino que tuvo de probar el lóbulo de su oreja con su lengua. Probablemente pegaría un salto hasta el techo si trataba de hacerlo. Ese pensamiento la hizo reir.

Hasta que él hizo una mueca. “¿Hice algo malo?”

“No me estaba riendo de vos. Solo tuve un pensamiento tonto que no tiene nada que ver con la laptop.”

“Ah.”

Reclinándose en la dura silla, ella lo miró explorar cada foto en detalle. Su mirada fue desde los moretones en su cara a la terrible marca de una mano en su garganta. Heridas que le recordaban de dónde y bajo qué circunstancias se habían conocido. Una parte de ella quería matarlo por lo que le había hecho a Solin. Había sido tan cruel.

Peor, él habría matado a Solin si ella no hubiera estado ahí para detenerlo. ¿Cómo podía haberse olvidado de eso?

No dejes que te engañe Es maligno hasta sus entrañas.

Y aun así, ella había visto más en el que un asesino sin alma. Además, ella conocía a mucha gente que pensaba que Solin era el epítome de la oscuridad. Esos quienes habían hecho su mejor esfuerzo por matarlo, Solin también había asesinado. Las cosas nunca eran blancas o negras. Más bien había muchas tonalidades de gris.

“Por qué torturaste a Solin?”

Él se quedó inmóvil mientras una vena le latía en la mandíbula. “Noir me dijo que lo hiciera.”

“¿Hacés todo lo que Noir te dice que hagas?”

Él la miró con una furia que le causó miedo. “No soy débil,” gruñó con los dientes apretados. Las terribles cicatrices en su cuerpo eran testigos de eso. Esas heridas habrían matado a cualquier otro. O al menos habrían logrado que se escondieran en algún agujero. “No dije que fueras débil.”

“Lo implicaste.”

Quizás, pero…”Sólo estoy tratando de entender cuál es tu trabajo acá. ¿Qué hace un Guardián?

La vergüenza que había visto antes se reflejaba en sus ojos. “Hago que se cumplan las leyes de Noir.”

“¿De qué forma?”

“¿Dé que forma pensás que lo hago? Castigo a los que rompen las reglas.” Él daba vueltas, negándose a responder su pregunta. Ella no se daba cuenta si lo hacía a propósito o si era parte de su forma de ser y no lo podía evitar.

“¿Cómo decidís que tipo de castigo impartir?2

“No lo hago.”

Fue entonces que ella entendió todo. “Hacés lo que Noir te pide que hagas.”

Él asintió lentamente y era obvio cuánto odiaba lo que le forzaban a hacer. Era evidente en cada molécula de su cuerpo.

Pero eso sólo la confundió más. “Con tanto poder que tenés. ¿Por qué no dejás este lugar?”

Él  apretó sus dientes antes de contestarle. “No puedo dejar este lugar, de la misma forma que vos tampoco podés hacerlo.”

“¿También sos un prisionero?”

"Soy un esclavo,” dijo con suficiente veneno como para derribar a un elefante.

Eso cambiaba las cosas completamente. Ella no sabía de qué forma Noir lo mantenía en este lugar, pero debía ser algo muy poderoso. Con razón era tan miserable. Con razón quería ver la luz del sol. A Lydia se le formó un nudo en la garganta mientras el dolor que sentía por él se instalaba en su corazón. Él no merecía esto. Nadie lo merecía.

“Si me devolvés mis poderes, puedo liberarte.”

Él le frunció los labios en un gesto de disgusto. “No gracias. Ya caí con esa mentira antes y no pienso volver a hacerlo.”

“¿Qué mentira?”

Seth se alejó de ella mientras trataba de no recordar la última vez que alguien le había prometido liberarlo. Él había mantenido su parte del trato, y…

Nunca nadie lo ayudaría. Nadie. Era la lección que mejor había aprendido mientras estaba atrapado en el infierno. Y era un error que nunca volvería a cometer. No volvería a ser tan estúpido. Jamás. Él estaba aquí para quedarse. No había nada que pudiera hacerse y seguir luchando solo le traería más dolor. Cada vez que había intentado escapar, Noir lo había traído de vuelta y había hecho que lo lamentara.

Nunca más voy a ser tan estúpido.

Y eso quería decir que debía encontrar lo que Noir le había pedido antes de que el bastardo volviera a convocarlo. “Necesito información sobre la llave. Mostrame cómo hacer una búsqueda.”

Ella suspiró pesadamente. “Sí, Amo.” Su voz sonó en un tono diferente mientras ella lo decía. “Lo  que sea que usted requiera de  mí.” Ella lo miró con los ojos entrecerrados, y luego volvió a su voz normal. “Podrías decir por favor de vez en cuando, ¿no? No va a lastimarte. Ser amable no duele.”

Él se burló de esa mentira. “Sos una tonta inocente si crees esas cosas. Ser amable destruye a quien lo es con los demás, siempre.”

“Yo no soy un demonio.”

“No tenés que serlo. Creeme.”

Lydia dudó al escribir al escuchar esa nota extraña en su voz. Le dio una visión diferente de él.

“¿Nunca fueron amables con vos?

Seth no pudo hablar mientras recordaba unos pocos años después de haber sido salvado del desierto. Él había sido feliz en ese lugar por un tiempo. Su familia adoptiva había sido amable. O al menos eso era lo que había pensado.

Pero al final, sólo había logrado que la traición fuera más que la de su madre y padre. Al menos, lo que él recordaba era que sus padres nunca le habían hecho creer que lo querían. Él siempre había sabido cuál era su lugar con ellos.

Fueron las mentiras las que lo habían lastimado más profundamente.

No, fue haber creído que su familia adoptiva lo quería. Que el significaba algo para ellos cuando no era así. Sino ¿cómo hubieran podido traicionarlo de esa forma cuando todo lo que él había hecho era amarlos y apreciarlos? Él siempre había hecho sus tareas sin que se las pidieran y sin quejarse. No había pasado un día sin que les dijera que estaba agradecido por tenerlos en su vida. ¿Y para qué?

Él los había amado y ellos solo lo habían usado para mano de obra gratis. Y luego, al final, lo habían vendido como si no fuera otra cosa que un mueble roto.

Seth tragó ante la amargura que era su compañera constante. “La amabilidad es una mentira, y no quiero saber nada con eso.”

Con un gesto indescifrable, ella dijo nada mientras realizaba la búsqueda… cuando comenzó hacer clic en los resultados, eran cosas que él no podía descifrar.

“No entiendo que significa eso.”

Ella le leyó los resultados de la búsqueda. “Olimpo también es el nombre de un equipo de fútbol. Todos estos enlaces se relacionan con eso y no con la montaña en Grecia. “¿Qué es exactamente lo que estás buscando?”

“No lo sé. Noir dice que es algo que le pertenece a Solin. Algo que puede usar para entrar en el Olimpo y matar a Zeus.”

Lydia ensanchó sus ojos en shock. “¿Harías que Noir fuera más poderoso de lo que ya lo es? ¿Por qué?”

“Porque cuando traté de debilitarlo, no me fue demasiado bien.”

“¿Qué querés decir con eso?”

Seth se encogió al recordar  la cara de Noir tanto tiempo atrás cuando él había descubierto lo que había hecho Seth. No era algo por lo que quería volver a pasar.

“Nada.”

Lydia quería patearlo por su ciega estupidez en lo que se refería a Noir. “¿No te das cuenta de lo que pasaría si Noir recupera todo su poder?”

Él la miró de una forma que la inmovilizó en su silla.

“Lo que entiendo es lo que él me va a hacer a mi si no le consigo lo que quiere.” Él pasó su mano por debajo de su mentón donde estaba esa horrible cicatriz. “Tengo que conseguir esa llave.”

“¿Y no te importa a quién tenés que lastimar para obtenerla?”

“¿Por qué debería importarme?”

Ella no podia creer la honesta sinceridad detrás de esa pregunta. “Porque está mal. No hay que lastimar a la gente.”

“Pero ellos me lastiman a mí.”

“No. No es así. La gente es decente y—”

“¡Desgraciado!” Un chillido femenino hizo eco a través de su habitación, interrumpiendo las palabras de Lydia. “Vení. ¡Ahora!”

“Azura,” susurró. “Tengo que irme.”

Se desvaneció instantáneamente.

Lydia suspiró disgustada. Ella no podía creer que estaba atrapada en este lugar. Con él. Pero al menos todavía no la estaban torturando.

Todavía.

Sin embargo, sentada ahí, escuchando al silencio que era ensordecedor, ella tuvo un mal presentimiento de que esta situación no iba a durar mucho tiempo.

Algo terrible estaba en camino.

Y ella lo sabía.


Traduccion: Rito de Sangre

Puedes leer tambien aqui los anteriores:

PRIMERO, SEGUNDO, TERCERO Y CUARTO CAPITULO

QUINTO CAPITULO

Más Información En...

0 comentarios