Fragmento de Time UnTime
miércoles, mayo 16, 2012Kateri Ayani se sacudió dormida mientras sus sueños la atormentaban. No era más una mujer madura, ella era otra vez la pequeña niña sentada la falda de su abuela, jugando con las muñecas que su madre le había hecho a ella y a su prima Sunshine del maíz que crecía en el jardín trasero. Apenas teniendo doce años, Kateri acarició con su pequeña mano el pelo negro del muñeco, hecho con los hilos del maíz.
Su abuela se sentó detrás de ella, en la antigua mesa roja de la cocina, pelando guisantes, mientras hablaba con Kateri en ese tono suave que nunca falló en hacerla sentir segura, en un mundo que había sido todo lo contrario.
- ¿Sabes?, ¿Ter?, hay un dicho común: que el amor al dinero es la raíz de todo mal. Pero nada podría estar más equivocado.
Dejó caer los vainas y los extremos de los talles de guisante en el cubo de abono a sus pies.
- Antes de que se inventara el dinero o el sistema monetario, había mucha maldad en el mundo.
No estando segura porqué su madre le estaba diciendo esto, Kateri arqueó una ceja ante su tono serio.
Su abuela tenía su pelo blanco nieve trenzado y envuelto alrededor de su cabeza, en una bobina intrincada que Kateria había intentado dominar una y otra vez. Al contrario que su abuela, ella siempre terminaba en un lío que dejaría caer a las trenzas sueltas tan pronto como se moviera con rapidez.
Después de colocarse las gafas de nuevo con el nudillo, su abuela detuvo su historia para sacar más guisantes de la cesta de mimbre, hecha a mano, que había sobre la mesa y ponerlas en una bandeja de plata en su regazo. Apuntando a Kateri con uno de los tallos de guisantes más largos, la atravesó con esos ojos dorados que sostenían todo el fuego de una mujer fuerte, una médica con mucho espíritu.
Los ojos de Kateri se abrieron como platos.
- ¿Lo que envenena a la gente?
- La envidia – dijo en un tono frío. – Es la cosa más mortífera de todas, pequeña. Eso fue lo que motivó el primer asesinato conocido de la humanidad, cuando un hermano hirió a su hermano y lo dejó morir por ninguna otra razón que él creía que su hermano era más favorecido. En la superficie, es una palabra hermosa. Pero como toda cruel verdad, la belleza es decepcionante y atrae a los incautos para capturarlos y arruinarlos. Como el jacuzzi del demonio, antes de que se den cuenta, se están ahogando en él y no pueden escapar, no importa lo duro que lo intenten.
- ¿Qué quiere decir “envidia”? – preguntó ella, su corazón latiendo rápidamente. Si era tan malo, entonces ella no lo querría jamás.
Su abuela peló los guisantes, sus movimientos más frenéticos.
- Del latín invidi que significa causar resentimiento o calcular mala voluntad para otra persona, la envida es esa inhabilidad para sentir felicidad por la buena fortuna de los demás o para desearles el bien incluso cuando no lo merece. Es cuando le fastidias a alguien su momento de sol o solo el hecho que tienen una vida que crees mejor que la tuya, aunque todos tengamos dolores y tristeza. Vergüenzas y cosas que nos acechan. De eso, nadie es inmune.
- Nunca haré algo como eso, abuelita – le aseguró Kateri – Lo tengo claro.
Su abuela le sonrió dulcemente.
- Lo sé, cariño. Pero vale la pena repetir la advertencia. Es demasiado fácil caer en ese conocimiento, y dejar que el odio y la amargura destruyan tu propia felicidad.
Ella le dio varios guisantes crudos para comer mientras ella los continuaba pelando.
- Cuando yo era una niña de tu edad, mi abuela me contó una historia que su padre le había contado. A pesar de que era joven cuando la escuché, estuvo conmigo toda mi vida.
Kateri masticaba los guisantes mientras la escuchaba. Siempre había amado los cuentos de su abuela.
Un día, un chico joven salió con su padre, quien era un anciano chef Cherokee. ¿Edudi? Preguntó el chico. ¿Por qué estás tan triste? El anciano chef se mordió el labio y se frotó el vientre mientras su estómago dolía sin piedad. “Hay una lucha terrible dentro de mí, Uhgeeleesee” Dijo el chef duramente. “Uno que no me dejará dormir ni me dará alguna paz.”
Su abuela tocó con un tallo de guisantes la nariz de Kateri’s mientras imitaba los ojos muy abiertos y asombrados del chico. “¿Una lucha, abuelo? No lo entiendo. ¿Qué tipo de lucha hay dentro de ti?”
Kateri robó otro puñado de guisantes de la bandeja de su abuela.
“El anciano chef se arrodilló frente el chico para explicarle. “Dentro de mi corazón, tengo dos lobos. Cada uno suficientemente fuerte para devorar al otro, están enzarzados en una guerra constante. Uno es el demonio de cabo a rabo. Él es la venganza, la tristeza, el arrepentimiento, Él es venganza, tristeza, arrepentimiento, rabia, codicia, arrogancia, estupidez, superioridad, envidia, culpa, mentiras, ego, falso orgullo, inferioridad, dudar de si mismo, sospecha y resentimiento. El otro lobo es todo amabilidad. Él está hecho de paz, dichosa tranquilidad, sabiduría, amor y alegría, esperanza y humildad, compasión, benevolencia, generosidad, verdad, justicia y empatía. Ellos se rodean el uno al otro dentro de mi corazón y luchan entre sí a todas horas. Día y noche. No hay tregua. Ni siquiera mientras duermo. Los ojos del chico se agrandaron mientras cogía aire bruscamente. “Que horrible debe ser para ti”. Su abuelo negó con la cabeza ante aquellas palabras y golpeó el pecho del chico justo donde se encontraba su corazón. “No es solamente horrible para mí. Esa misma lucha también está ocurriendo dentro de ti y de cada persona que anda sobre la tierra con nosotros.”
Kateri tocó su propio corazón mientras se preguntaba si esos lobos estaban dentro de ella también.
“Esas palabras horrorizaron al pequeño chico,” continuó su abuela. “Así que dime, abuelo, ¿Cuál de esos lobos ganará esta lucha?” El anciano chef sonrió a su nieto y acarició su joven mejilla antes de responder con una simple verdad. “Siempre gana al que alimentamos”.
Esas palabras hicieron eco a través del sueño de Kateri mientras intentaba despertarse a sí misma. Sé cuidadosa que alimentas, cariño. Por eso la bestia te seguirá casa y vivirá contigo hasta que tu le hagas una cama para quedarse, o encuentras la osadía para echarlo.
Pero su abuela no había acabado con las advertencias. Ella tomó la mano de Kateri y la llevó a través del tiempo. En un lugar que era misterioso y desconocido y, al mismo tiempo, era familiar. Como si hubiera estado allí antes y lo hubiera olvidado. O desterrado.
A pesar de que los majestuosos vientos eran calurosos, hicieron que la sangre le corriera fría de espanto, como si hubiera algo innatamente malo aquí. Algo que quería su muerte. A su alrededor, las estalagmitas y las estalactitas formaban bestias deformes que se añadían a su malestar. Las rojas paredes de barro le recordaban a un paisaje Marciano. Más que eso, en esas paredes había dibujos de batallas pasadas entre los guerreros y una serpiente emplumada que se alzó por encima de ellos, escupiendo fugo por las ventanas de su nariz mientras intentaba derrotarlos.
“Así es como el final empieza”.
Antes de que pudiera preguntarle a su abuela que quería decir, Kateri vio una sombra moverse por el suelo. La agarró por detrás y tiró de ella contra un pecho duro como una piedra. Ella se sintió menuda por el tamaño del hombre que la retenía con una facilidad que la horrorizaba. Vestido con una blanca camisa de lino, un chaleco negro y tejanos, su largo pelo de ébano caía hasta la mitad de su espalda. Oscuros ojos brillaron en una cara tan perfectamente esculpida que no parecía real. Sintiéndose familiar al extraño, se relajó.
Hasta que habló.
“Por todo el tiempo”, le susurró al oído un instante antes de clavarle un cuchillo en el fondo de su corazón, entonces la tiró al suelo para morir.
Agitada y asustada, Kateri se levantó en un sudor con el sonido de su alarma a todo volumen. A las 4:30 de la mañana, su habitación estaba aún sumida en noche cerrada, pero aún así sintió una presencia cerca de su cama. Más que eso, ella olió el suave perfume de menta y crema Jurgen.
La esencia de su abuela. Solo había habido otra noche como esa cuando se levantó con esa sensación y olor – La noche en que su abuela murió mientras ella había estado en el colegio. Escalofríos recorrieron su piel mientras las lágrimas llenaron sus ojos.
“¿Eleesee?” respiró, usando la palabra Cherokee para “abuela”.
Cayó un rayo, iluminando las sombras de su habitación. Kateri jadeó mientras algo, en una esquina, aparecía convirtiéndose en la figura de una mujer.
Solo que no era su abuela.
En cambio era repugnante y horrible. Feo.
Peor, la sombra se abalanzó sobre ella.
Reaccionando por puro instinto, Kateri levantó su brazo y susurró las antiguas palabras de protección con las que su abuela la había taladrado para que pudiera luchar contra sus pesadillas, cada vez que venían a ella. Como le habían enseñado, arremetió contra su agresor con sus pensamientos, disponiendo que esta existencia, volviera al reino que le había dado a luz.
La criatura gritó mientras alcanzando su cama y su cara se quedó a pocos centímetros de la de ella. Sus ojos huecos parpadeaban como las llamas antes de retroceder como si hubiera golpeado un campo de fuerza.
Con un graznido estridente, que explotó en una criatura de fuego se retorcía y voló por la ventana en forma de cuervo.
No. No era un cuervo1 americano, era un cuervo2.
*N.D.T: Traducción literal: Crow1: Cuervo americano. *Raven2: Cuervo común. Ambos de la familia de los cuervos.
Escalofríos recorrieron su espina dorsal mientras sus recuerdos la disparaban a un lugar y un tiempo a los que no quería ir. Es un cuervo mocker. Seres malditos que solo se rebelaban a los que estaban a punto de morir
A las almas que intentaban devorar.
Kateri sacudió su cabeza duramente. No, ella no creía en cosas como esa. Esas eran historias que su abuela le había contado para divertirla o asustarla cuando era una cría. Leyendas antiguas. Soy una científica. Sé que no hay cosas como esas como cambiar de forma a bestias que robaban las almas de los moribundos.
Eso era imposible.
Pero su abuela había creído en ellas, como la mayoría de los Cherokees que vivieron en la reserva donde su abuela había servido. Tanto así que su abuela había sido convocada cada vez que alguien se estaba muriendo. Día y noche, hasta que murieran, su abuela había mantenido la vigilia para proteger las muertes de los cuervos mockers.
“Yo he luchado con la mayoría de ellos, pequeña. Y como yo, algún día tendrás la habilidad para verlos también. Para luchar contra ellos por las almas que vienen a robar. Es tu honor sucederme1. Y cuando mi tiempo llegue, quiero que me sujetes la mano mientras cruzo a la siguiente aventura y protege mi alma por mí hasta que esté libre de este viejo cuerpo. Entonces, voy a vivir en las estrellas y miraré hacia abajo, a ti, cada noche mientras velo por ti.”
Era un sueño que nunca se había convertido en realidad. En vez de morir pacíficamente durmiendo como ella previno, su abuela había sido asesinada por un asaltante mientras Kateri había estado a millones de quilómetros.
No pienses en ello. Cada vez que lo hacía, rabia – oscuridad y falta – le prendió fuego y tomó todo lo que tenía para no ir de vigilante rabiosa. Su abuela había sido la más amable, suave criatura nacida jamás y algunos psicópatas habían pateado su perta y…
¡Para! Ella tenía que ir a trabajar de modo que…
Sus pensamientos se esparcieron cuando su mirada fue al vestidor. Allí, en la parte superior, cerca de la pequeña fotografía de ella y su prima, Sunshine, sentándose en el regazo de su abuela, eran las muñecas con las que había estado soñando. Muñecas que no había visto en años.
No desde el verano que cumplió dieciséis y su abuela le había conducido a través de los rituales para simbolizar su caminata, desde la niñez hasta la de un adulto…
Esas muñecas habían sido quemadas hasta ser cenizas ese día.
Pero eso no era lo que realmente la asustaba.
Mientras había dormido, alguien había entrado en su habitación y escrito en el espejo con una barra de jabón – otra cosa que su abuela había hecho donde quiera que Kateri hubo estado con ella. Pequeñas notas como: “Te quiero”, “Buena suerte con tu examen”, “Que tengas un buen día en el colegio”, “No olvides tu suéter” o insignificancias como esas.
Pero esta nota no era dulce.
“Lleva mi Nayu al Valle del Fuego, donde la tierra pura domina al cuervo. Escucha al Búffalo y protege a la Mariposa. Juntos, sois más fuertes que cualquier enemigo. Y recuerda, Waleli, cuando el coyote viene y la serpiente ataca, o te comes al oso o el oso te come a ti.
Al mediodía eso sería demasiado irritante para leerlo. A esa hora de la mañana, era francamente cruel.
No estoy de humor para esta mierda.
- ¿Quién hay ahí? – gritó ella.
Solo el sonido de su propio latir de corazón le respondió. Ella hubiera llamado a la policía, pero ¿para qué propósito?. Hey, oficial, me levanté y encontré este realmente críptico mensaje escrito por alguien que estaba muy bebido o… No, oficial, ellos no están aquí ahora y no tengo ni idea porqué hicieron algo así, pero ¿podría usted encontrar a quien lo hizo y pedirle que no me deje más notas? ¿De quién sospecho? Ni idea. Solo mi difunta abuela me dejaba notas como esa.
Si, eso no iría mejor y, con su suerte, ellos la arrastrarían para rellenar un informe falso.
O peor, lanzarían una unidad de psicópatas sobre ella.
Pero lo que realmente la perturbaba de la nota era que la llamço Waleli…Hummingbird. Ese era su nombre real que su abuela le había dado en su cumpleaños. Uno que no fue declarado por su madre en su certificado de nacimiento. Nadie vivo sabía su nombre real. Nadie.
Así que o su abuela la había visitado o… No crees en fantasmas.
Cierto, pero ¿qué otra explicación sería posible? ¿Porqué un completo desconocido allanaría su casa, sin robar nada, no hacerle ningún daño y escribirle eso?
¿Cómo hubieran sabido acerca de su nayu o del nombre que su abuela usaba solo cuando estaban solas?
Kateri sacudió la cabeza.
A lo mejor, eso era lo que el cuervo mocker había estado haciendo.
Sí, vale, la idea de un cuervo mocker escribiendo con jabón en el espejo sonaba más absurda y descabellada que la del fantasma, pero ¿qué quedaba?
Una vez eliminas lo imposible, lo que queda, no importa cómo de improbable sea, debe ser verdad. Ella rodó los ojos mientras su mente recordaba la cita de Sir Arthur Conan Doyle2.
- ¡No creo en toda esa basura, abuela! – gritó al techo.
Ella nunca lo había hecho. Lo paranormal, los cuervos mockers, los tsi-nooks, los espíritus, y… las tontería del hokey.
Ella era una científica. Ella solo había creído en lo que podía ver, saborear, tocar, oler y oír.
Cuantificar. La resta era pienso para los novelistas y Hollywood. Eso no existía fuera de los sueños.
De pronto, algo chirriaba. Kateri volvió la cabeza hacia el sonido que había salido del vestidor.
*N.D.T: Sir Arthur Conan Doyle2: Famoso escritor de novelas de misterio y policíacas. Ej: Sherlock Holmes.
En el espejo aparecieron más palabras mientras las observaba.
“Pero confio en ti, Waleli. No me falles. Sobre todo, no te falles a ti misma.”
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