Primer capitulo de "House of the Rising Son" (Incluido en el recopilatorio #DH "Dark Bites")

jueves, enero 30, 2014

http://www.fansherrilynkenyonspain.es/2013/05/conocemos-los-protagonistas-de-las.htmlEste es el capítulo uno que avanzaron de la historia corta "The House of the Rising Son", incluida en la antologia recopilatoria de los Cazadores Oscuros: Dark Bites. Trata de la historia de Aricles y Bathymaas, que ya conocimos en parte por el libro de Styxx, que os recordamos sera publicado en España el 22 de Mayo por la Editorial Plaza&Janés.

Si quereis saber que historias cortas incluye esta antologia, visitad este enlace: CLICK AQUI o pinchar encima de la portada.

- ¿Qué tal son?
El demonio daeve, Caleb Malphas, desvió su atención de los soldados que se estaban entrenando, hacia la voz delicada y desprovista de emociones de la diosa a la que servía. Como era su costumbre, apareció en silencio, y de improviso, detrás de él. Algo que siempre era desconcertante para un guerrero al que no le gustaba tener a nadie, ni nada a la espalda.
Bathymaas, con su pelo largo, de color marrón oscuro, piel perfecta, y vivos ojos dorado verdosos, era exquisitamente bella. Pero con la sangre más fría que cualquier otra criatura que hubiera conocido. No se suponía que la encarnación de la justicia tuviera ningún tipo de emoción o sentimiento…
Y ella no lo tenía. Sin embargo, era tan amable como implacable, e imparcial más allá de su comprensión.
Malphas miró a los cuatro soldados que entrenaban en la extensa arena frente a él. 
-No están mal. En realidad podrían sobrevivir a unas cuantas batallas.
Su humor negro se desperdició ante una diosa que no tenía conocimiento de ello. Por suerte, tampoco entendía el sarcasmo, por lo tanto, no se lo tomó como una ofensa. Lo que sirvió para que resultara menos doloroso para él y esa era la razón principal por la que había accedido a ayudarla a armar a su equipo de protectores de élite que estaría a cargo de la seguridad de su gente.
Ella se apartó un mechón de pelo de la cara.
-Todavía necesitamos a dos más que representen a los Atlantes. ¿Tienes alguna sugerencia?
-Hay un campeón atlante que se ha forjado un nombre durante los juegos y festivales. Galenus de Didimosia. Estaba planeando probarle e invitarle a que se una a nuestro feliz equipo hoy mismo.
-¿Le has visto pelear?
Malphas asintió.

-Hace dos días. Venció a seis grandes oponentes, de una sola vez, durante un juego de exhibición. Es impresionante, y dada la forma en que saboreó la lucha y la victoria, debería ser una buena incorporación a nuestro grupo.
-¿Puedo ir contigo?
-Por supuesto, mi señora. Estaría sumamente honrado.
Inclinó la cabeza hacia él y se fue con una gracia que rivalizaría con la de su amada Lilliana. Esa comparación le hizo estremecerse involuntariamente mientras los vívidos recuerdos surgían para apuñalarlo con dolorosos remordimientos. No estaba dispuesto a ir allí con sus pensamientos. Malphas regresó con los hombres a los que estaba entrenando para proteger a este frágil mundo de aquella tragedia que, él mismo, había vivido.
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-Deberías haber estado allí, hermano. ¡Fue increíble! Vinieron hacia mí como montañosas bestias gigantes, deseando comerse mis huesos y mi sangre y les vencí sin ayuda. Cuando gané la pelea…este increíble grito ascendió por el anfiteatro como un trueno estridente.- Haciendo bocina con las manos alrededor de su boca, Galenus demostró el sonido.
Aricles sonrió ante el entusiasmo de su hermano mientras Galenus señalaba sus habilidades con la espada que le habían hecho ganar el torneo hacía dos días. -¿Sabes con lo que de verdad me impresionarías, Galen?
Su hermano se quedó inmóvil y con el ceño fruncido en medio de un simulado golpe de espada. -¿Qué?"
-Ayudando a echar el abono en mi campo.
Galenus se burló indignado mientras subía a la valla haciendo una mueca.
-¿Cómo puedes soportarlo? Odio la agricultura y cuidar de los animales y de los campos…Deberías venir conmigo la próxima vez y participar en los juegos. Juntos seríamos invencibles... y ganaríamos dinero suficiente como para hacer que el mismísimo rey pareciese un mendigo.
Aricles hizo una pausa para secarse el sudor de la frente con el antebrazo antes de cortar el cordón de un nuevo lote de estiércol. A diferencia de su hermano, vestido como un noble de gala y cuya túnica podría rivalizar con la de un príncipe, él estaba sin camisa, con sólo un taparrabos corto marrón y zapatos de cuero gastados para protegerse mientras trabajaba. Aun así, el sudor rodaba por su espalda y aplastaba su corto pelo rojizo a la cabeza. -No estoy tan mal aqui. Padre necesita ayuda.
-¡Bah! Tiene un montón de sirvientes para eso. -¿Por qué debemos trabajar como perros en el calor del verano? Nacimos para algo mejor que esto.
Estando en total desacuerdo, Aricles alzó el barril ý llevándolo sobre su hombro lo dejaba caer cubriendo las plantas. "No hay nada malo o indigno a cerca de un buen día de trabajo. Deberías intentarlo alguna vez.
-Dice el hombre cubierto de mierda de vaca.
Aricles le lanzó un puñado a su hermano. Aterrizó en el centro de su pecho, manchando su túnica completamente blanca.
- ¡Ag. Eso fue asqueroso, Ari! No puedo creer que lo hayas hecho.
Riendo, Aricles comenzó a esparcirlo alrededor de las brotes de las plantas. Nunca entendería el amor o la necesidad de su hermano por la guerra. Personalmente, odiaba los conflictos y los enfrentamientos. Preferiría crear y construir que matar y destruir. La conquista y los juegos de combate no le atraían lo más mínimo. La única razón por la que un hombre debería coger una espada era para proteger a aquellos que amara, no para tomar deliberadamente la vida de alguien amado por otra persona.
Crepitando aun por la furia. Galenus se marchó enfadado.
-Un día, Galen,- Aricles dijo tras de sí, -vas a aprender a amar la agricultura. ¡Te lo prometo!
-¡Si llegara ese día, espero que Misos clave mi idiota cabeza en la pared!- Gritó mientras se marchaba para lavarse y cambiarse de ropa.
-Nunca deja de sorprenderme cómo podéis pareceros tanto y ser tan diferentes en vuestras opiniones y maneras. Sois como la noche y el día.
Eso se debía a que Aricles había asumido deliberadamente la responsabilidad a muy temprana edad para que Galen no tuviese que hacerlo.
Aricles se enderezó, mientras su padre se le unía para ofrecerle una taza de agua. Agradecido, se lo bebió de un trago. -Galen no es tan malo, padre. Es un buen hombre con un gran corazón.
-Necesita domar esa parte salvaje que lleva dentro antes de que le lleve a su total destrucción. De mis tres hijos, él es el único que me quita el sueño por la preocupación. Así como el hecho de que Perseo le idolatre. Me temo que un día, él seguirá a su hermano mayor a la guerra y voy a perderlos a ambos.
-Yo no temería eso. Perseo nunca abandonaría a su amada Julia para ir a la guerra.
Su padre sonrió y le dio una palmada en el hombro desnudo.
-Nunca había pensado en eso y tienes razón. Moriría antes que dejarla. Gracias por aliviar mi mente. -Su padre cogió su copa.- Ahora bien, si tan sólo pudiera conseguir que mi hijo mayor se interesara en una mujer…
Aricles no hizo ningún comentario mientras se dirigía de nuevo a fertilizar las plantas. Aunque su padre no lo sabía, el también se había enamorado a la edad de Perseo. Y su corazón había sido aplastado cuando se tropezó con ella en el bosque, teniendo relaciones sexuales con otro hombre. A pesar de que ambos se habían estado cortejando en privado durante varios meses, él no la había robado ni un solo beso, por temor a deshonrarla. Había pensado que era perfecta y ella se había reído en su cara por su cortesía.
Necesito el amor de un hombre, no el de un tonto.
 Desde entonces, no se había acercado a otra mujer. Se las dejó a su hermano gemelo, quien tenía tanto respeto por sus corazones y sentimientos como Claudia los había tenido con los suyos. Si quería que se burlaran de él y lo ridiculizaran, ya tenía a sus hermanos para eso. No le hacía falta también una mujer para hacerlo.
-¡Akri!
Levantó la vista hacia el grito alarmado de Gideon para ver a un grupo de siete demonios que volaban hacia el siervo y su padre. El corazón de Ari martilleaba y buscó con su mirada a Galen, pero su hermano aún estaba fuera lavándose y no tenía ni idea de que estaban siendo atacados.
¡Maldita sea!
Aricles se lanzó a la cerca para coger una larga estaca de madera y el xiphos de su hermano. Utilizando la estaca como una jabalina, se la lanzó al demonio que estaba más cerca de coger a su padre, quien corría hacia él mientras el demonio agitaba sus enormes alas y lamía sus negros labios. La estaca golpeó al demonio en el centro de su pecho y cayó al suelo haciendo resonar un chillido y murió.
Tan rápido como pudo, cruzó el campo para luchar contra los seis restantes. Por el aspecto de ellos, eran Carontes, una de las razas de demonios más feroces. Y, por desgracia, los humanos y los atlantes eran su alimento preferido.
Aricles esquivaba sus horribles garras y lograba evitar sus colmillos mientras luchaba contra ellos con todo lo que tenía. Era triste para los demonios que él compartiera la destreza de su hermano en la lucha. Puede que no disfrutara de la esgrima y del asesinato, pero era muy bueno en ello. En pocos minutos, tuvo a los demonios tumbados en el suelo en pedazos.
La visión de sus restos lo enfermaba, al igual que lo hizo la sangre en sus manos y en su cuerpo.
Su padre lo abrazó. -Gracias a los dioses que estabas aquí.
-Gracias a Galen por dejarse su xiphos mientras iba a lavarse. -Aricles hizo una mueca de disgusto.- Hablando de eso, regresaré para ayudar con los cuerpos tan pronto como me limpie.
Repelido por los inútiles desechos, se dirigió hacia el arroyo que corría por el medio de su propiedad.
Justo acababa de empezar a lavarse cuando una luz brillante destelló delante de él. Agarró la espada de Galen y vaciló al ver a una hermosa mujer vestida con un largo peplo blanco y un hombre vestido de negro.
-Descansa tranquilo. -El hombre levantó las manos para mostrar que él no estaba allí para pelear-. Sólo queríamos hablar contigo unos minutos.
Aricles bajó la espada, pero lo mantuvo en su mano-. ¿Sobre qué?
-Me gustaría reclutarte. –La voz de la mujer era suave y melódica. Calmante. Un complemento perfecto para su altura y su belleza etérea.
-¿Para?
El hombre se echó a reír.- No eres de los que desperdician palabras ¿Verdad?
-Malphas, -reprendió a la mujer.- No estás ayudando.
-Perdóname, diosa.
Diosa…
Ahora su belleza tenía sentido. Pero, ¿qué querría uno de ellos de un simple granjero? No podía comprenderlo.
Bathymaas estudió al hombre en el arroyo. Alto y bien musculoso, parecía tan fiero lavándose como luchando contra los demonios de Malphas. Su pelo era de color marrón rojizo, muy corto en la nuca y más largo en la frente. Y aunque era muy guapo, sus inteligentes ojos azules eran los que abrasaban.
-¿Eres consciente de la guerra que ha estallado, atlante?
Él frunció el ceño.- ¿Qué guerra?
Malphas cruzó los brazos sobre el pecho.- ¿Estás familiarizado con el término "Chthonian”?
Aricles negó con la cabeza.
La diosa fue quien lo explicó.
-Son un puñado de seres humanos, atlantes, o Apolitas que nacen con los poderes de un dios para que puedan proteger a su pueblo de los dioses que abusan o se aprovechan de ellos. Cada uno está dotado de la capacidad de matar a un dios y no alterar el orden del universo o destruirlo. Pero por cada dios que matan, pierden un grado de su propio poder. Si ellos matan demasiados dioses, mueren.
-Y, por desgracia, se han cruzado de manera encarnizada durante casi un año.
La diosa asintió.
-No hay nadie que pueda proteger a su pueblo, mientras ellos luchan y algunos grupos se están aprovechando de su laxa atención para aprovecharse de los inocentes. Es por eso que estoy reuniendo un equipo que pueda hacerse cargo temporalmente de sus deberes de protección hasta que los Chthonians entren en razón.
Aricles entrecerró sus ojos mientras entendía por qué estaban allí. -¿Quieres que luche para ti?
-Sí.
Aricles se rió por la idea. -No, gracias. No soy un soldado. Soy un agricultor.
Malphas resopló. -¿Entonces por qué estabas en una pelea en la arena hace dos días?
-No era yo. Viste a mi hermano.
-¿Ese era tu hermano? -Preguntó Malphas sospechosamente.
-Sí. Galen. Yo Soy Aricles.
Malphas parecía aún más confuso. -Pero tú eres el que luchaste contra los demonios ahora mismo.
Él se encogió de hombros. -Galen y yo aprendimos y entrenamos juntos. Pero él es el que ama los xiphos, no yo.
Malphas sonrió a la diosa. -Creo que hemos encontrado a los dos últimos.
Aricles negó con la cabeza. -No, no lo habéis hecho.
Malphas dio un paso adelante, pero la diosa lo detuvo.
-Ve a buscar a ese Galen y pídele que se una a nosotros. Quiero hablar a solas con Aricles.
-Sí, mi diosa. -Malphas desapareció sin hacer preguntas.
Aricles salió del arroyo y se secó con la toalla que había dejado en el banco. -Si piensas que puedes hacerme cambiar de opinión, mi señora…. No puedes. No quiero tener nada que ver con la guerra.
-¿Sabes quién soy?
-Diafonía, Apollymi, Symfora… -Nombró todas las diosas guerreras del panteón Atlante.- Nada de eso me importa.
-Soy Bathymaas, la encarnación de la justicia. Mi papel en este mundo es simple mantener el equilibrio entre el bien y el mal. Mantenerlo sagrado y asegurar que ninguna de las partes aplasta a la otra. Estoy segura que puedes respetar eso.
-Puedo.
-Entonces lucha para mí.
Sacudiendo la cabeza, pasó por delante de ella.
Le puso una mano en el brazo para detenerlo. -Por favor, Aricles. Los dioses te han dado un don y una habilidad increíble. ¿Quién mejor, para mi, que un hombre que maneje una xiphos  sin amor a la gloria o la guerra? A diferencia de otros, no lucharás por que sí, sino por las razones correctas.
Quería decirla que no, pero al mirar a esos ojos dorado verdosos, y sentir el calor de su mano en su piel, se perdió en sus artimañas. ¿La parte más triste? Que ella ni siquiera las estaba usando.
Y aun así, quería enterrar su cara en su cabello e inhalar su dulce aroma. Nunca se había sido tan atraído por una mujer. Ni siquiera por Claudia.
Ella no es una mujer.
No, ella era una diosa.
Y él no era más que un simple campesino del interior.
-Así que ¿Qué dices, buen Aricles? ¿Representarás a tu gente y serás mi campeón por el bien de todos?
Quería decir que no. Desesperadamente. Pero su corazón bloqueaba su sentido común, tanto como el deseo de que la diosa le respondiera con una sonrisa. ¿Quién soy yo para luchar contra la voluntad de los dioses?
-¡Aricles! A que no adivinas qué…- Las palabras de Galen se desvanecieron cuando atravesó lo arboles y vio a Bathymaas con él. Arqueó una ceja con curiosidad.
Bathymaas se volvió hacia Galen, pero no reaccionó físicamente. –Sois gemelos.
Aricles le dedicó una sonrisa irónica. -Desde que nacimos.
Malphas se rio, pero la expresión de Bathymaas no cambió en absoluto. -Vas a tener que perdonar a la diosa. Para el caso, ella no entiende el humor o la emoción.
Esas palabras le sorprendieron. ¿De verdad?
Bathymaas asintió. -Ahora, si recogéis vuestras cosas, os llevaremos a vuestro nuevo hogar.
Galen dejó escapar un grito de júbilo, mientras Aricles se encogía. Sabía que su padre no estaría contento con esto y cuando regresaron a la pequeña casa de piedra donde habían nacido, se demostró que tenía razón.
-¡No lo permitiré! –Gruño su padre mientras empacaban sus escasas pertenencias.- Necesito aquí, al menos, a uno de vosotros.
-Padre, -suspiró Galen.- No entiendes que esto es un honor. Fuimos escogidos por la propia diosa. Tenemos que honrar a los dioses y su voluntad ¿No es eso lo que siempre nos has enseñado?
Su padre volvió sus atormentados ojos azules hacia Aricles, implorándole que se quedara.
-Puedo mantener a Galen a salvo mientras estoy con él. Me aseguraré de que regresa a casa de una sola pieza.
Su padre acunó la nuca de Aricles en la mano y tiró de él para abrazarle. -Mis hijos son todo lo que tengo en este mundo. No podría soportar vivir si perdiera a uno de vosotros.
-Vamos a tener cuidado. Aunque tenga que atar de pies y manos a Galen.
Su padre le besó en ambas mejillas  y después procedió a hacer lo mismo con su hermano.
-Siempre supe que te iba a perder por Misos (Dios Atlante de la guerra), pero tenía la esperanza de pasar más años contigo antes de que partieras hacia la guerra. Una veintena de años no son suficientes. Galen, cuida de tu hermano. No permitas que le ocurra ningún daño a tu hermano o a ti.
-Lo haré, Papsi. -Sus ojos brillaban de alegría y entusiasmo. Galen tomó su espada, el paquete y se dirigió hacia la puerta.
Aricles suspiró mientras barría con su mirada la habitación que había compartido con Galen y Perseo, que estaba con su Julia. A los dieciséis, su hermano menor era tan esclavo de su corazón, como Galen lo era de su libido. Odiaba no tener la oportunidad de decirle adiós. -Dile a Perseo que le echaré de menos y que no pierda el tiempo con sus lecciones.
Su padre sonrió. -Ten cuidado, m'gios.
-Tú también, Papsi. Aricles lo abrazó por última vez antes de seguir a Galen a donde les esperaban la diosa y su siervo.
-Te ves como si no hubieras tenido una evacuación intestinal en un mes. -Dijo Malphas tan pronto como le vio.
Con el ceño fruncido, Aricles no estaba seguro de qué pensar del hombre que sería su entrenador y comandante.
Galen resopló.  -Él siempre se ve de esa manera. Nació estreñido. -Su hermano se acercó a él.- Vamos, Ari, se joven, por una vez en tu vida.
-Probé tu temeridad una vez y lo encontré agotador. La melancolía me sienta muy bien.
Malphas se rio- Asi que ¿dónde está tu xiphos?
-No tengo ninguna.
-Siempre utiliza un trozo de madera para entrenar conmigo.
Gruñendo por su desagrado, Malphas inclinó la cabeza a su diosa. -Creo que estamos listos.
En un momento se encontraban en el bosque, y al siguiente, estaban en un tipo de templo que Aricles jamás había visto. Hecho de oro macizo, todo brillaba alrededor de él. Con imágenes de colores brillantes y diseños geométricos pintados por todo el oro.
-¿Dónde estamos? -Preguntó.
La diosa juntó sus manos delante de ella- -Tebas, en Egipto. Este es mi templo principal. El de mi padre es el de al lado.
-¿Tu padre?
-Set.
Los ojos de Aricles se agrandaron. Aunque sabía pocos de los dioses fuera de su nativo panteón Atlante, Set era uno de los que todo el mundo conocía. Se decía que era el dios más feroz que se conocía, el dios del caos y que aterrorizaba incluso a su propia familia.- No pensé que pudiera tener hijos.
-No he nacido de él. Fui creada para él.
-No lo entiendo.
Malphas resopló. -Después de que Set tuviera una pequeña crisis emocional, que costó a varios dioses partes de sus cuerpos y sus vidas, la fuente primigenia decidido que tenían que darle algo más para centrarse y hacerle feliz.- Hizo un gesto hacia Bathymaas. -¿Qué mejor que una bella hija, sin emociones a la que vigilar?
Galen dedicó una sonrisa a Aricles. ¿Qué mejor, por cierto?
Malphas le lanzó una mirada de advertencia a Galen. –Vuelve a ponerte el taparrabos, cachorro. Nuestra diosa es virgen y va a seguir siéndolo. Ni siquiera sabría qué hacer con un beso, así que no lo intentes a menos que quieras conocer el mal final de mi espada y la furia de su padre.
Galen hizo una mueca. -Es una pena, tomó nota.
Malphas los llevó a una habitación donde otros cuatro hombres estaban descansando.
-Bienvenidos a la Eperon. Tenemos dos guerreros de cada raza mortal. -Hizo un gesto con la barbilla a los dos hombres que estaban jugando a los dados. Uno de ellos era una bestia montañosa que hacia burla a los dos metros de estatura de los hermanos. Es más, uno de sus musculosos brazos era fácilmente del mismo diámetro que la cintura de Bathymaas. Llevaba el largo pelo rubio dorado trenzado por la espalda. El otro también tenía buena musculatura y, probablemente, era dos o tres pulgadas más alto que los hermanos. Tenía el pelo rubio casi blanco muy corto y barba.- En representación de la raza Apolita tenemos a Haides. –Era el más grande de los dos.- Y Héctor.
Intercambiaron bromas mientras Malphas señalaba al hombre que estaba en la cama leyendo un pergamino. Tenía el pelo negro y los ojos y una barba peluda de la misma longitud que su pelo. -Nuestros humanos son el filosófico Monokles y, -Hizo un gesto hacia el que estaba afilando la espada - Phelix. -Tenía el pelo de color rojo brillante que le llegaba un poco más abajo de las orejas.
Malphas dio a Galen una palmada en el hombro.  Guerreros, conoced a nuestros atlantes. Galen y Aricles.
Haides entrecerró sus ojos al mirarlos. -¿Cómo les distinguiremos?
Galen sonrió. -Yo soy el que está realmente vivo y al que le gusta participar en las actividades divertidas. Aricles rara vez sonríe y lo más probable es que discuta de filosofía con Monokles.
Aricles no se inmutó -Y yo seré quien azote a Galen en el culo durante el entrenamiento.
Héctor se rio de todo corazón. –Ya me gustan. -Indicó una silla vacía a su derecha. -Guardad vuestro equipo y uniros a nosotros.
Aricles cogió las cosas de Galen. -Adelante. Yo me ocuparé de ello.
Como siempre, Galen no dudó en aceptar su oferta.
Mientras se iba a jugar, Aricles miró a Malphas. -¿Cuáles son nuestras camas?
-Las dos  que están bajo la ventana. Vuestro entrenamiento comenzará una hora después del amanecer. Que tengáis buenas noches y recuerda, no hay derramamiento de sangre en el templo de la diosa. Guardadlo para el campo de batalla. -Malphas les dejo para que se conocieran.
Aricles fue a colocar sus efectos personales en el baúl que se encontraba entre las dos camas. Escuchando la broma de hermanos con dos de sus nuevos amigos, sacó un pequeño cuchillo y una pieza de madera que había empezado a tallar hacía cuatro días. Era una vaga figura femenina. No había visto la cara de la talla con claridad.
Hasta hoy.
Había empezado como una ofrenda a una de las diosas de su tierra natal, pero ahora… Bathymaas sería perfecta para ella. Al ver a su majestuosa gracia en la madera, comenzó a rehacer la pieza.
Después de unos minutos, Monokles se acercó para observarle. -Haces que parezca fácil. ¿Cuánto tiempo hace que eres escultor?
-Desde el verano en que me quedé con mi abuelo en Ena. Era algo que hacia cada noche, después de terminar con sus tareas. Yo tenía cuatro o cinco años, él me sostenía en su regazo y, con paciencia, me instruyó.
-Nunca conocí a mis abuelos. Uno era un héroe griego que murió en la batalla cuando mi padre era un niño y el otro era un oficial de caballería que pereció en la guerra, mientras mi madre estaba embaraza de mí. ¿Y los tuyos? ¿Era un oficial retirado?
Aricles negó con la cabeza. -Era un simple campesino, como su padre lo fue antes que él. Por naturaleza, los atlantes son pacíficos…con la peculiar excepción de mi hermano, que fue corrompido en su juventud por un amigo que le contó demasiados cuentos griegos.
Monokles se puso rígido. -¿Eso va por mí?
-No, en absoluto, buen Monokles. Tienes todo el derecho de estar muy orgulloso de tus familiares soldados. Como yo lo estoy de los míos que trabajaban sus tierras. Mi insulto iba dirigido exclusivamente a mi gemelo. Piensa que el resto de los miembros de su familia somos unos provincianos palurdos porque preferimos cultivar la tierra en vez de hacer la guerra con nuestros vecinos.
Esas palabras parecieron desconcertarle -Sin embargo, estás aquí. ¿Por qué?
Aricles se encogió de hombros. -Nuestro sitio no es el de cuestionar la voluntad de los dioses, sino hacer lo mejor para honrarlos a ellos, a nuestros antepasados y a nosotros mismos.
Monokles frunció el ceño. -¿Cuántos años tienes?
-Veinte ¿y tú?
-Diez años más, y sin embargo hablas como un viejo sabio.
Galen resopló. -Eso es porque mi hermano nació ya viejo. Salió del vientre de nuestra madre esparciendo sabiduría y con más paciencia de la que cualquier hombre mortal debería poseer. Tendria que haber sido sacerdote.
-¿Es eso cierto? -Preguntó Monokles.- ¿Hubiera preferido el sacerdocio?
-Probablemente, pero a la hora de tomar los votos, tenía otras obligaciones.-  Había estado enamorado de Claudia y había planeado casarse con ella. Para pagar el precio de las nupcias al padre de ella. había estado haciendo tres trabajos, además de sus tareas domésticas.
Pero un granjero era lo último a lo que ella quería estar atada.
Ahora, ya era demasiado tarde para ser sacerdote.
Tal vez, después de todo, era una amarga ironía que hubiera terminado al servicio de una diosa.

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-¿Qué estás haciendo?
Bathymaas levantó la vista de su sfora ante la pregunta de Malphas. La pequeña bola naranja, le permitía espiar a sus reclutas. -Quería asegurarme de que nuestras dos recientes adquisiciones no se encontraban con la oposición de los otros.
-¿Se están adaptando bien?
-Parece ser que si. -Estudió a Aricles que continuaba tallando, con maestría, mientras su hermano jugaba a los dados con los demás.- ¿Crees que hemos cometido un error al forzar a Aricles a dejar su granja?
Caleb se quedó boquiabierto ante su pregunta. -¿Eso que estoy oyendo es duda?
-No lo sé, -respondió ella con sinceridad.- Los sentimientos mortales están más allá de mí. Pero sé lo complicados que son los seres sensoriales. No quiero que sufra a causa de nuestra decisión.
Caleb arqueó una ceja ante eso. En todos los siglos que había servido a su diosa, nunca antes la había escuchado cuestionar una decisión. Impresionante, de verdad.
Ni se había preocupado por los sentimientos de alguien. No estaba seguro de qué hacer con eso. O lo que concerniera a Aricles era lo que causaba que ahora dudara de sus decisiones.
Extraño.
-Los seres sensibles se adaptan…con el tiempo.
Ella le devolvió la mirada. -Nunca te has adaptado a estar sin Lilliana.
Hizo una mueca ante una amarga verdad que lo aguijoneó fuerte. -Soy un demonio y muy diferente de ellos. Además, Lil me cambió de lo que era, y después la arrebataron violentamente de mi lado. No es lo mismo que dejar el hogar para servir a una diosa y defender a mi pueblo.
Bathymaas se apartó sin decir nada más. Sabía lo mucho que le dolía a Caleb hablar de su esposa y, por primera vez, sintió un dolor extraño en el pecho por su pérdida. No estaba segura de por qué.
Sin embargo, no se podía negar que estaba allí.
Si solo ella supiera por qué.

Traduccion: Emma Gigan  -  Staff de Fans Sherrilyn Kenyon Spain
Fuente: Oficial Sherrilyn Kenyon

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