¿Cómo se supone
que voy a encontrar a un demonio entre todos estos duendecillos y decoraciones
navideñas?
Evalle Kincaid se frotó los ojos y se colocó
bien las gafas de sol. Siguió andando entre la multitud de lugareños de las
afueras de Atlanta que disfrutaban del primer fin de semana de Noviembre en el
Memorial Hall de Stone Mountain Park. Evalle llevaba allí cuatro horas y solo
eran las nueve y media. Quedaba media hora para que cerraran.
El parque estaba decorado para celebrar el
comienzo de las vacaciones, y todos los árboles estaban iluminados. Nunca había
visto tantas luces ni tanta gente feliz.
Mierda, todas las superficies brillaban.
Llevaba unas gafas de sol oscuras para protegerse sus ojos, que eran más
sensibles que los de una persona normal, y
para que los lugareños no pudieran ver como también brillaban sus ojos verdes.
Los humanos no sabían nada de los extraños
seres que habitaban su mundo. Como ella. Ella era una Belador, de una antigua
línea de guerreros que vivía en secreto en la actualidad. Pero mucho de los
Belador parecían humanos. Sus extraños ojos y su letal tolerancia al sol
provenían de su mezcla de sangre.
No era algo en lo que le gustara pensar.
Evalle entrecerró los ojos para evitar mirar
directamente a las luces más brillantes, ya que le distorsionaban la visión.
Si alguien viera aquel parque histórico desde
arriba, el Memorial Hall debería resplandecer como una joya reluciente en una
noche oscura.
Hoy escucharía “Jingle Bells” hasta en
sueños.
Aunque eso sería mejor que las pesadillas que
había tenido la semana pasada.
-¿Eres del servicio secreto, nena? –le
preguntó a Evalle un chico joven que llevaba una suéter oscura y unos
pantalones de vestir.
-No –respondió sonriendo, intentando
ignorarle.
-¿Una motorista de los Hell’s Angels?
-No –dijo, esta vez sin la sonrisa.
Al final, el chico se marchó.
Vale, llevaba vaqueros, botas, una chaqueta
negra y gafas de sol después del atardecer. No recordó anotar que tenía que
llevar colores brillantes, pero eso no habría cambiado su vestuario de todas
formas, ya que era lo que siempre llevaba.
Parpadeó cuando vio de nuevo a un posible
demonio.
O quizá entre las luces que le jodían los
ojos, la falta de sueño y el querer irse a casa, su cerebro estaba intentando
convencerla de que algún idiota de las afueras podría ser un demonio.
El susodicho idiota, que llevaba pantalones
caqui y una sudadera de lana, parecía como cualquier otro hombre de mediana
edad, con poco pelo y algo de sobrepeso que había visto aquella noche, pero
juraría que la cara de este había parpadeado durante un segundo.
Todos los VIPER se habían indignado la semana
pasada. Algo había estado matando trolls en Atlanta, y el cadáver más reciente
se había encontrado descuartizado cerca del río Cattahoochee en la zona norte
de la ciudad. Por suerte no era verano y ningún humano que pasaba por allí
haciendo rafting o en kayak había encontrado el cuerpo.
Los humanos no sabían que existían los
trolls, o los demonios, porque Evalle y otros agentes de VIPER como ella lo
impedían. VIPER era una coalición secreta de seres muy poderosos que protegían
a los humanos de depredadores no humanos.
A veces también tenían que proteger a los no
humanos.
Por eso se había ido Storm.
Storm era el mejor rastreador de los equipos
del sureste de VIPER. Tenía la sangre de un chamán Navajo y de un curandero
Ashaninka, además de la habilidad de transformarse en un jaguar negro. Podía
identificar la esencia de un majik y rastrearlo tan fácil como si tuviera que
hacerlo con un humano o un animal, y podía encargarse de lo que pudiera haber
matado al troll.
Pero eso no le impedía preocuparse por el
hombre al que amaba.
Volvió a mirar el reloj. Quedaban doce horas
y seis minutos para que volviera a Atlanta. Las nueve de la mañana parecían no
llegar nunca. Los últimos seis días habían sido los más largos de su vida.
Y los más problemáticos.
Le echaba de menos. Pero también había pasado
cada día desde que se marchó agobiada por su vuelta. Todo esto de las
relaciones aún era nuevo para ella y la desconcertaba algunos días.
Odiaba sentir que no tenía ni idea sobre algo
que la mayoría de las mujeres de veintitrés años se tomaban con calma. Ella podía
matar a un demonio de seis maneras diferentes, pero no podía hacer frente a los
cambios que habían surgido al vivir con un hombre.
Storm se había mudado con ella solo unas
horas antes de que le pidieran que fuera a buscar al asesino de trolls.
Menos de un día viviendo juntos y ya había
sido un desastre.
Al menos por su parte.
Oyó unas risitas cerca. Evalle se dio la
vuelta y se encontró con tres niñas pequeñas riéndose y hablando con uno de los
duendecillos de Papá Noel. Sin ningún incidente sobrenatural, todas las
familias que estaban allí esa noches estarían a salvo con el personal de
seguridad de primera que había en Stone Mountain.
Evalle echó un vistazo al elfo y no sonó
ningún “ping” en su radar interior. Sonrió a las niñas, que obviamente se lo estaban
pasando muy bien. También os mantendré a
salvo.
¿Cómo sería haber crecido como una chica
normal? ¿Una que no había pasado sus primeros dieciocho años encerrada en un
sótano?
El chico caqui volvió a ponerse a la vista,
haciendo que Evalle apartara la mirada de las niñas. Por fin estaba donde podía
mirarle bien.
No llegaba al metro ochenta, tenía el pelo
castaño y no destacaba mucho. Se quedó al margen de toda actividad mientras
miraba a la multitud que entraba y salía del Memorial Hall, donde Santa Claus
era el centro de atención.
Su aspecto encajaba con un ciudadano que
vivía en las afueras, pero nadie más se quedó tan quiero ni miraba con esa
intensidad depredadora.
Los monstruos podían ser de toda clase, ya
fueran humanos o no.
Evalle se había enfrentado a ambos.
La mirada de ese tío se centró en las tres
niñas pequeñas y rastreó sus movimientos.
Su expresión se volvió vacía.
Durante un momento la energía crepitó por el
aire, y después desapareció tan rápido que no pudo localizar el punto exacto
donde se había originado.
Un segundo después, la cara del hombre se
volvió borrosa.
Te pillé.
-Tendrá que esperar su turno para ver a Papá
Noel, señorita –dijo una voz feminina que venía desde atrás.
Evalle se dio la vuelta, soltando el aire de
forma brusca y haciendo que se formara vaho en el frío aire.
-No hagas eso.
Adrianna Lafonaine sonrió con su
característica sonrisa torcida.
-¿El qué? ¿Pillarte mientras estás en las
nubes?
-No te acerques por detrás.
Evalle frunció el ceño y se dio la vuelta
rápidamente para buscar al chico caqui, pero se arrepintió al instante de que
la bruja Sterlin hubiera podido pillarla desprevenida.
-No estaba en las nuvbes. Estaba vigilando a
un posible criminal… ¡Mierda!
El sitio donde había estado aquel hombre
estaba vacío, y las niñas pequeñas tampoco estaban.
-¿Qué? –preguntó Adrianna, inclinando la
cabeza hacia delante.
-El… tío estaba mirando a tres niñas pequeñas
–dijo Evalle, conteniéndose justo antes de decir demonio en alto.
Adrianna bajó la voz.
-¿Estás segura de que no era humano?
-Muy segura.
Sin embargo, Adrianna debió captar la
inseguridad de Evalle.
-Si es
humano, es cosa de la seguridad del parque, no nuestra.
Adrianna tenía razón, pero a Evalle no le imporaba.
Humano o no, ese asqueroso no iba a hacer daño a las niñas mientras Evale
estuviera de guardia. Y su cara se había vuelto borrosa. Estaba cansada, pero
no tan cansada…
-No era humano –dijo Evalle más convencida, y
se puso en marcha.
Los tacones de las botas de Adrianna sonaban
justo detrás de ella mientras aceleraba el paso para alcanzar a Evalle.
-¿A dónde vas?
Evalle le respondió por encima del hombro.
-Voy a encontrarle y a asegurarme de que no
está cerca de aquellas niñas. De ningún niño.
-Joder, no había planeado correr por Stone
Mountain hoy –se quejó Adrianna.
Dame paciencia o
algo para matarla.
Evalle mantuvo la vista en la multitud, intentando encontrar a ese tío, pero se
paró un poco hasta que Adrianna apareció detrás de ella y pudo ver a la bruja.
Sorprendentemente, llevaba unos pantalones
vaqueros, botas y una chaqueta de cuero que seguramente estaba hecha a medida
para su cuerpo perfecto de un metro sesenta.
A pesar de llevar a misma ropa que Evalle,
los vaqueros de Adrianna eran negros mientras que los de Evalle eran azules y
estaban desgastados. El pelo rubio de Adrianna le caía por los hombros encima
de su chaqueta de cuero roja, adornada con un cuello de piel falsa de color
blanco. Sus botas, que también eran de color rojo, estaban diseñadas para la
pasarela en lugar de para correr.
Estaban en el medio del gentío que se dirigía
a ver a Santa Claus, así que moverse rápido era imposible. Parándose para
ponerse de puntillas, Evalle echó un vistazo por encima de la gente, pero no
pudo ver la calva del chico caqui. Resopló, murmurando “Perdón” una y otra vez
mientra se abría camino entre los emocionados visitantes del parque.
-La caminata a través del pantano
Okeefenokee, medio enterrada en barro, tiene que ser más fácil que moverse
entre toda esta gente.
-Deja de refunfuñar. Estás asustando a los
nativos –advirtió Adrianna.
Se puso delante, abriéndose paso de forma
educada entre chicos de secundaria que probablemente pensaban que la bruja era
uno de ellos hasta que miraban su cuerpo.
-Ni siquiera me están mirando –dijo Evalle,
adelantando a Adrianna y volviendo a ponerse delante-. Están intentando
averiguar si eres la chica que posa con las motos de Santa Claus. ¿Te has
comprado una escoba Harley que combine con ese conjunto?
-Hoy estás muy graciosa. No me tientes a
lanzarle un hechizo a esa bocaza tuya –le espetó Adrianna sin malicia, y le
siguió de cerca-. Y no me odies solo porque no parezca que haya manchado mi
ropa por el barro.
La chaqueta de motero de Evalle, una Gortex
negra, había pasado por varias batallas y sus botas rayadas escondían hojas
afiladas listas para combatir.
-¿Sabes algo de Rowan o Nicole? –preguntó
Adrianna.
-No. ¿Debería? ¿Ha pasado algo?
Evalle se recolocó la coleta, sujetando el
pelo que se había soltado. Ignoró a los tres tíos junto a los que acababa de
pasar que miraron con la boca abierta a Adrianna.
-Quizá –dijo Arianna.
Hizo una pausa para asegurarse de que nadie
estaba escuchándoles o de que solo Evalle podría oírla por encima de los
chillidos de alegría de los niños.
-Los aquelarres blancos de todo el país están
formando consejos en zonas más importantes ahora que el Medb ha desterrado a
los hechiceros y a las brujas a Atlanta –continuó-. La lucha entre los Belador
y los Medb ha salpicado a la población de brujas. Hasta ahora, ningún brujo o
bruja había tenido que declarar si era blanco u oscuro.
Evalle se volvió a detener y se giró
despacio, examinando la multitud. Al tener las mismas caras felices y la misma
ropa de invierno, empezaban a parecerse todos. ¿Qué estaba diciendo Adrianna?
¿Algo sobre los Medb?
Los Medb eran los enemigos más antiguos y
peligrosos de la raza Belador, y aunque Evalle se había enterado recientemente
de que era mitad Medb, no les guardaba ninguna simpatía. No importaba. Las
brujas tendrían que ocuparse de sus asuntos, porque VIPER tenía problemas
mayores.
Como una de los seis agentes que cubrían el
parque esa noche, Evalle tenía que determinar que había visto un demonio, y si
era el mismo que habían visto hacía una hora en la ciudad de Stone Mountain.
Al ver que Adrianna no decía nada, Evalle
volvió a iniciar la conversación. Solo había escuchando la mitad de lo que dijo
sobre las brujas.
-¿Y? ¿Cuál es el problema?
-Si las brujas forman un consejo aquí, que lo
harán porque Rowan está insistiendo en ello, VIPER reconocerá el consejo, lo
que significa que VIPER esperará que les diga a quién soy leal.
Evalle alzó las manos.
-Di que eres una Sterling y problema
resuelto.
-No es tan simple. No importa –murmuró
Adrianna, y después miró a su alrededor mientras cambiaba de tema-. ¿Crees que
el clan de los Medb está detrás de este demonio?
Evalle gruñó, frustrada.
-¿Quién sabe? VIPER nunca debería haber
dejado entrar a los Medb en la coalición. Los Medb pasan un par de días
haciéndose los buenos Samaritanos, matando a los demonios que ellos crearon, y VIPER se olvida de
forma muy oportuna de los años de sangre que se han derramado entre los Belador
y los Medb. Y al parecer también se han olvidado de que las brujas oscuras son
peligrosas y de poca confianza por regla general.
Adrianna arqueó una ceja ante ese comentario.
Evalle puso los ojos en blanco mirando a la
bruja Sterling, que había usado sus poderes oscuros para ayudar a Evalle, y a
VIPER, en más de una ocasión.
A pesar de que Adrianna había sido una vez la
perdición de Evalle, ahora era su… amiga, aunque Evalle seguía trabajando en la
parte de la confianza. El viento le llevo más mechones de pelo sueltos hacia la
cara. Al estirar el cuello, Evalle pudo ver más alla del Memorial Hall hasta
donde pequeñas luces adornaban una escultura de tres soldados confederados a un
lado de la montaña.
La energía crepitó de nuevo alrededor de
Evalle y giró la cabeza, buscando alguna señal y frotándose los brazos.
-¿Lo has notado?
-¿Ese zumbido?
-Sí. Como algún tipo de energía.
Adrianna se encogió de hombros.
-Probablemente haya un ghoul por la zona.
-No lo creo –dijo Evalle, moviéndose entre la
multitud e ignorando cómo miraban sus gafas oscuras.
Mirarían aún más si se las quitara.
Adrianna la siguió.
-¿Cuándo vuelve Storm?
-Por lo que sé, a las nueve de la mañana.
-Bien, porque he esperado todo lo que he
podido, pero…
El teléfono de Evalle sóno al recibir un
mensaje de texto, pero por el tono no era de Storm. Cogió el teléfono y levantó
el dedo índice en dirección a Adrianna como señal de que esperara. Después leyó
el mensaje: Tu semana se acabó.
Oh. Joder.
-Parece que acabas de recibir noticias de la Parca.
-Peor. De Isak.
Evalle apagó la pantalla del teléfono y lo
volvió a meter en el bolsillo.
-¿Aún no has ido a cenar con él?
-No.
-¿Por qué no? Le dijiste que estarías en
contacto con él la semana siguiente después de que nos ayudara a contener a ese
curandero.
-Lo sé –se quejó, volviendo a su búsqueda y
rascándose los ojos otra vez-. No tuve oportunidad de hablar con Storm antes de
que tuviera que marcharse de la ciudad y no quiero que vuelva y se entere de
que he ido a cenar con otro mientras él no estaba.
-Y con un guerrero guapísimo, nada menos –señalo
Adrianna-. Tienes miedo de decírselo a Storm.
Evalle no tenía energías para discutir.
Isak no tendría que esperar mucho. La última
vez que le había ignorado, había enviado a su equipo encubierto y la habían
asaltado en la calle.
Y después le había servido una comida
italiana deliciosa.
Un analista de conducta se frotaría las manos
al ver todos los hombres que tenía en su vida, pero el único que importaba era
Storm.
-Me encargaré de Isak cuando vuelva Storm –dijo
Evalle, reafirmando su postura.
Sóno perfecto. Muy segura de sí misma. Definitivo.
Una mentira enorme.
Adrianna chasqueó los dedos.
-De todas formas, como iba diciendo, necesito
hablar contigo y con Storm de nuestro trato.
Y con eso se iba la esperanza que tenía
Evalle de que VIPER le concediera el tiempo libre que le habían prometido esa
semana. Pero Adrianna había ayudado a Evalle y a Storm muchas veces. Le debían
muchísimo. Además, Adrianna todavía tenía que decir lo que quería, y Evalle se
olía que era secreto.
-Hablaré con Storm. Si él está dispuesto, yo
también.
-No tengo mucho tiempo…
Evalle pudo volver a ver al sospechoso una
vez más, mirando en su dirección, y después de dio la vuelta para alejarse de
ella y del Memorial Hall.
Evalle levantó la mano.
-Espera un minuto.
-¿Y ahora qué? –resopló Adrianna.
Evalle no apartó la vista del señor
Pantalones Caqui mientras le decía a Adrianna:
-Ahí está. Ahora vengo.
Adrianna se inclinó en la misma dirección a
la que había estado mirando Evalle.
-Se supone que soy tus refuerzos.
-Mira, puede que esto no sea nada más que mis
ojos engañándome por culpa de estás malditas luces –explicó Evalle-, pero es
ese tío. Vi que algo raro le pasaba a su cara.
-¿Cómo de raro?
-Fue como un borrón. No puedo avisar de una
cara borrosa al cuartel general, así que quédate aquí y vigila la multitud. Si
no vuelvo en quince minutos, llama a la caballería.
-Vale, pero no voy a encargarme de que Tzader
venga a por mí si algo sale mal.
-No lo hará.
Tzader Mruke era el Maistir de los Belador de
América del Norte, y uno de los dos mejores amigos de Evalle.
-Vendrá a por mí –le aseguró Evalle, apurando
el paso y abriéndose paso a través de los acosadores en miniatura de Papá Noel.
Si pudiera captar otro cambio en la
apariencia exterior de ese tío, sabría a ciencia cierta que lo que había visto
antes no era una ilusión óptica creada por el amasijo de luces que había a su
alrededor.
Sus gafas de sol especiales protegían sus
ojos de las luces que había por la noche en una ciudad normal, pero este lugar
estaba demasiado iluminado. Prefería la oscuridad absoluta, donde podía ver sin
tener que protegerse los ojos.
Quitarse las gafas implicaría revelar sus
poco naturales ojos verde neón, pero siendo críticos, la dejaría ciega y
vulnerable. Tan cansada como estaba, el reflejo de las luces blancas brillantes
de las decoraciones navideñas del parque podría hace que le engañara la vista.
El viento silbó a través de las ramas,
moviendo las escasas hojas que no habían caído y dando un ambiente espeluznante
al feliz evento mientras Evalle se alejaba de la ruidosa multitud.
Abrió y cerró los dedos, paliando la rigidez
en caso de que tuviera que usar la daga encantada que escondía dentro de la
chaqueta.
El Chico Caqui no había actuado como ningún
demonio que se hubiera encontrado.
Decisiones, decisiones.
No habían avistado a ningún demonio en cinco
días en la zona de Atlanta, hasta esta tarde en Stone Mountain.
Todos habían pensado que se había terminado
la infestación que había tenido lugar recientemente. VIPER insistió en tener
esta parte del país controlada antes de que los trolls cumplieran su amenaza e
informaran a los humanos de que había monstruos viviendo entre ellos.
Eso sería el caos absoluto.
El hombre que Evalle estaba siguiendo se paró
para mirar a una familia caminando hacia el Memorial Hall, y después siguió
andando.
Si el posible demonio caqui no ponía los
pelos de punta a ninguna de las persona que había ellí, o el tío era otro
visitante más o aquella gente no tenía ni un poco de sentido arácnido. Mientras
la coalición hiciera su trabajo, esa gente podría continuar con sus vidas,
satisfechos con su ignorancia de que existía algo sobrenatural en su mundo.
Siguiéndole de cerca a su objetivo pero lo suficientemente
lejos como para ser discreta, Evalle miró hacia delante. El único destino al
que llevaba el camino que estaba siguiendo era Summit Skyride, donde
teleféricos llevaban a los visitantes desde el nivel del suelo hasta la cima de
la montaña ida, y viceversa.
Por suerte, estaba cerrado por la noche.
Había escuchado a otros agentes de VIPER poner
por las nubes las vistas desde arriba, pero ella pasaba. Se ponía enferma solo
con estar a cuatro metros por encima del suelo.
Curiosamente, no tenía miedo a las alturas cuando
se transformaba en grifo y volaba, pero no se le permitía hacerlo en el mundo
humano, ni siquiera si no había humanos alrededor.
El tío se paró cuando se encontró con un
miembro del personal del parque cerca de la entrada al teleférico.
Evalle esperó. En el momento en que el guarda
de seguridad mandara a su sospechoso de vuelta al festival, ella también
volvería.
Pero eso no pasó.
El Chico Caqui le dijo algo al guarda, y
luego continuó andando hasta que subió a la plataforma que llevaba a las sillas
del teleférico apartadas.
Evalle siguió su camino, deslizándose entre
las sombras para que nadie pudiera verle usar su velocidad sobrenatural. Cuando
llegó hasta el guarda de seguridad, se quedó muy quieto, mirando justo
enfrente. Evalle agitó la mano justo delante de su cara. El guarda respiraba,
pero parecía atrapado en el tiempo como una estatua viviente.
Tenía la confirmación que necesitaba de que
el Chico Caqui no era lo que parecía.
Le mandó un mensaje de texto a Adrianna
diciéndole que definitivamente estaba siguiendo algo que no era humano, pero
que aún tenía que determinar qué era con exactitud, así que le dijo que
esperara a que hubiera novedades.
Evalle guardó el teléfono en el bolsillo
trasero del pantalón y acortó la distancia.
Fuera un demonio, un troll o lo que fuera, no
iba a desaparecer otra vez.
Fuente: Oficial Dianna Love
Traduccion: Lloud, Staff Fans Sherrilyn Kenyon Spain
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