-Entonces... ¿Tengo que pegar a Stone en la cara, o simplemente eructar en la clase de Richardson?
Nick frunció el ceño
ante la extraña pregunta de Caleb mientras cogía su mochila del pasillo, fuera
de su siguente clase.
-¿Qué?
-Estoy intentando
medir cuantos castigos debo ganarme para igualar los tuyos. Por eso pregunto
por la intensidad de las quejas y a quién debo dirigirlas.
Nick resopló.
-No lo sé. Depende del
humor de Richardson. Con esa vieja bruja, puedes ganarte más castigos por un
eructo de los que ganarías si dejaras a Stone estéril. Que no sería una mala
idea. Las generaciones futuras te estarían muy agradecidas.
-Muy cierto -respondió
Caleb, echándose su pelo oscuro hacia atrás-. ¿Entonces...?
-Estarás orgulloso. He
dominado mi habilidad de manipular a los débiles sin convertir a nadie en una
cabra ni explotar el continuo espacio tiempo... No tengo ninguno.
En lugar de estar
contento porque el poder de Nick había funcionado por una vez y nada había
explotado, derretido o invocado a una terrorífica deidad superior o una bestia
del infierno de otra dimension, Caleb hizo una mueca.
-A pesar de que estoy
entusiasmado ante de la idea de no tener que pasar por otra ronda de angustia y
drama de adolescente contigo, siento la necesidad de ser cauto a la hora de
usar esos poderes para algo tan trivial. Recuerda, la magia siempre tiene un
precio. Incluso para un Malachai. No existe nada gratis en la vida, amigo mio.
Tarde o temprano, todos pagaremos las consecuencias. Y cuando ese bastardo
venga volver todo en nuestra contra, sabes que siempre empezará por ti y por tu
camiseta dos tallas más grande.
-Tomo nota -Nick
caminó de lado hasta ponerse junto a Kody-. ¿Estás enfadada conmigo, cher?
Ella se paró para
mirarle con sospecha.
-Mm... ¿Por qué
debería? ¿Qué jugarreta has planeado ya de la que yo no esté enterada?
-Por mandar a Aeron a
espiarte.
Esas palabras se
llevaron cualquier muestra de amabilidad de su rostro. De hecho, podría
congelar el fuego con esa mirada, y cierta parte de su anatomía se
encogió.
-¿Cuándo?
-Cuando estaba jugando
con la mente del director.
Sus ojos se volvieron
más amenazadores.
-Aeron no vino a mi
habitación.
-Claro que sí. Le
mandé al momento.
-No, no fue -dijeron
al unísono.
Con un nudo en el
estómago, Nick dirigió a ambos una mirada penetrante mientras se ponían en
marcha hacia su próxima clase.
-Sí fue. Porque sabe
que no estaría contento con el si no lo hubiera hecho. Y que un Malachai
insatisfecho le patearía su culo loco.
-Bueno -dijo Caleb sin
mostrar ninguna emoción-, podemos quedarnos aquí y discutir como niños hasta
que uno de nosotros le saque la lengua a los demás, o puedes llamarle y
comprobarlo. Pero te digo que el Celta no pisó esa habitación. Lo habría
sabido. No le he olido en todo el edificio.
-Ojalá dejarais el
olor el uno del otro -se quejó Kody-. Ninguno de los dos huele. Por el amor de
Dios.
Ignorando su
reprimenda, Nick sacó su móvil.
-Prepárate para
tragarte tus palabras. Caliboo. Aquí viene un pedazo de Tarta de Humildad, y
bien caliente.
Marcó el número de su
dios gruñón de la guerra favorito. Después espero.
Y esperó.
Y esperó un poco más.
Saltó el buzón de voz.
Vale, eso no era
bueno. Frunciendo el ceño, se encontró con la expresión engreída de Caleb.
-¿Por qué se marcharía
cuando dijo que no lo haría?
-Es Aeron.
-Exacto, él no es tú
-Nick se guardó el teléfono en el bolsillo-. No conoce a mucha gente aquí. No
es propio de él escaparse y visitar a alguien. O ir provocando a mujeres en
Bourbon Steet... no como cierto Daeve que conozco -dijo aclarándose la
garganta.
-Simplemente estás
celoso de no poder entrar a ninguno de esos clubs, carita de bebe.
Por suerte, Kody no se
lo tomó en serio e ignoró esa burla.
-Tiene razón, Caleb.
-Sí que la tiene
-suspiró Caleb-.Y lo odio. Porque si Aeron ha desparecido, no presagia nada
bueno y estoy cansándome de graves presagios.
Nick frunció la nariz
al oír el término.
-¿Graves presagios?
¿Acaso eso se dice?
-Claro que sí. Lo
acabo de inventar.
Nick resopló.
-Bien. Lo que tú
digas. Tenemos que encontrarle. Si no es por otra razón, no necesitamos que
esté haciendo algo que lo exponga en público.
-Sí -dijo Caleb con
sarcasmo-. Tienen normas que impiden que te expongas en público.
Kody dejó escapar un
largo suspiro de sufrimiento.
-Creo que a sé por qué
los dioses os han hecho a los dos tan guapos. Si no, seríais insufribles.
Riéndose por su broma
poco habitual que indicaba que Kody había pasado demasiado tiempo con ellos.
Nick se paró en medio del pasillo al ver a Nathan pasar por su lado.
Unos metros más allá,
Nathan se paró y se dio la vuelta lentamente mientras intentaba descifrar unos
horarios y números de aulas que no tenían ni pies ni cabeza.
Casi sintió pena por
el chico ya que aún recordaba sus primeros días allí cuando estuvo tan perdido
y confuso. Los número de aulas del primer piso los había organizado un demonio
caótico empeñado en llevar a los incautos a la locura. No tenían ningún sentido
en el mundo de nadie, excepto en el del lunático borracho que los había puesto
en las puertas desde un principio, siguiendo algún tipo de juego mental
retorcido.
Por mucho que Nick se
odiara a sí mismo por la compasión, avanzó hacia él antes de poder detenerse.
-¿Necesitas ayuda?
-¿Aula 114? -Nathan se
rascó la cabeza-. Debería estar aquí, entre la 112 y la 115 -dijo señalando las
taquillas rojas situadas donde debería haber una puerta-. Pero tampoco puedo
encontrar el aula 113.
-Eso es porque la 113
es el gimnasio.
Nathan frunció el
ceño.
-¿Qué?
-Exacto. No te
preguntes el motivo. Simplemente ve a clase e intenta no llorar -Nick se rió
ante la expresión tan confundida de la cara del chico-. Bienvenido a St.
Richard, la casa de los disléxicos severos y los locos homicidas. La 114 es el
laboratorio de biología. Al final del pasillo a la derecha. Junto al baño y
pasando el aula 130. Porque tiene todo el sentido del mundo para nadie.
El chico levantó una
ceja.
-Sí... no preguntes.
La lógica y el buen juicio se fueron de este lugar hace mucho tiempo. ¿Por qué
crees que lo llaman institución?
Nathan se rió.
-Ya imagino. Gracias.
-No problemo.
Le tendió la mano a
Nick.
-Me llamo Nathan, por
cierto.
-Nick.
Con algo de duda, le
estrechó la mano. Aunque ahora que estaba cerca del chico, no sabía por qué
había sido tan rato antes. Nathan parecía estar bien, salvo por el hecho de que
seguía midiendo más de un metro noventa y a Nick le gustaba ser más alto que
los demás.
Tenía tan poco ego en
la mayoría de cosas que esta era la única cosa en la que podía sentirse
orgulloso. Nadie, excepto Acheron, Xev y Papá Oso Peltier podrían
arrebatárselo. Y Acheron y Papá Oso empequeñecían mucho su orgullo cajún. Con
casi dos metros quince, eran verdaderos gigantes en el mundo moderno.
Nick le echó un vistazo
a Nathan. No había ningunos cuernos escondidos entre ese pelo rubio oscuro. No
se disparó ninguna otra alarma cuando le tocó la piel. Sus ojos azules eran
claros y normales. Inteligentes, no demoníacos. Sin pupilas en forma de
diamante.
Ni siquiera espinillas.
Y por supuesto, iba
mejor vestido. Pero claro, ¿quién no? Como Cherise Gautier pensabe que esas
chillonas camisetas hawaianas de turista mantenían a su hijo alejado de los
problemas (y definitivamente eran el mejor método anticonceptivo jamás
inventado porque ninguna mujer le miraba y pensaba, eh, quiero un poco de eso)
Nick las llevaba con tanto orgullo como podía.
Y para que conste, esa
cantidad de orgullo podía entrar entrar en el ojo de una aguja.
Bajando la mano,
Nathan miró por encima del hombro de Nick hacia donde Kody y Caleb estaban
esperando.
Sí, Kody me dijo que
eras su novio. Lo siento si te molesté antes. No tenía ni idea. Pero debería
haber sabido que una chica tan guapa tenía que estar cogida. Solo tenía
esperanza, ¿sabes?
Nick se habría sentido
un poco mejor si Nathan no hubiera mirado su camisa naranja que bien podría
brillar en la oscuridad. Pero era lo suficiente hombre para aguantarlo. Además,
si hubiera un apagón en la universidad, podría usarla como varilla luminosa.
¿Quién se sentiría
como un tonto, entonces?
-Siento si sobreactué.
Nathan resopló.
-No pasa nada. Lo
entiendo. Soy el chico nuevo y me pasé de la raya. No volverá a pasar. Lo
prometo.
Sí, por supuesto que no.
Sonó la campana.
Con un tirón rápido
pero nervioso, Nathan recolocó sus libros.
-¿Al final del
pasillo, a la derecha y pasando la 130?
-Eso es.
-Gracias otra vez.
Mientras Nathan se
marchaba, Nick tuvo el presentimiento de que ya había vivido ese momento antes.
Como un recuerdo fantasma que estaba al borde de su mente. Malicioso y molesto.
Podía ver grandes rasgos pero muy débiles. Cuanto más intentaba mirar, más impreciso
se volvía.
¿Qué estaba intentando
decirle su mente? ¿Por qué sentía que ese preciso momento se estaba repitiendo?
Era la sensación de
déjà vu más extraña que había tenido.
Volvió con Kody y
Caleb.
-¿Soy yo o hay algo
extrañamente familiar en este día?
Kody asintió.
-Yo también lo he
estado pensando. Y también con Natha. Siento que ya lo he visto antes, en algún
sitio.
Rascándose la
barbilla, Caleb se encogió de hombros.
-Yo no digo nada.
Todos los humanos se parecen mucho. Y todos mis días son iguales, incluso en
los que estábamos cazando demonios.
Nick sabía que no
decía en serio el comentario sobre los humanos. Solo estaba siendo terco. Sin
embargo...
-Entonces Nathan es
definitivamente humano, ¿verdad?
Kody retrocedió.
-Sí, ¿por qué?
-No lo sé. Tuve una
sensación extraña cuando apareció antes. Como si mis poderes se activaran sin
razón. Por eso estoy caminando como un gato en una fábrica de Doberman. No
puedo quitarme ese sentimiento de inquietud. Hace que desee tener a Nashira en
el bolsillo. Tampoco me daría una respuesta concreta. Pero aún así, me habría
sentido mejor con su mierda enigmática que estando completamente a ciegas,
siguiendo tan solo un mal sentimiento por instinto.
Caleb gruñó.
-Los malos
sentimientos de tu instinto me dan úlceras.
-Ni que lo digas -se
rió mientras iban a clase y sacaba el teléfono para ver si tenía mensajes.
Aún ninguno de Aeron.
Algo pasaba. No era
propio de Legolas desaparecer así. Nunca se iría o desaparecería sin motivo.
Caleb?
Él asintió. Estoy en
ello. Ya he oído tus pensamientos sobre nuestro irritante errante. Al momento,
se levantó y fue a pedir permiso para ir al baño.
Nick también quería
ir, pero sabía que no debía preguntar. La profesora jamás lo permitiría. Un
estudiante fuera, sí. Dos igual de delincuentes que no tramaban nada bueno
estaba fuera de lo establecido. Un gran inconveniente cuando la seguridad de
todo el mundo estaba en juego.
¿Quizá debería fingir
un infarto?
No. El Karma es una
zorra. y no se refería a Karma Devereaux, que podía ser un poco especial cuando
la molestaba. El karma de verdad tenía una forma muy desagradable de devolver
represalias y cada vez que contaba incluso la mentira más pequeña, se la
devolvía con intereses. Si fingía un ataque al corazón con su suerte, alguna
bestia infernal saldría para arrancarle el corazón y comerlo, o peor, hacérselo
comer durante el almuerzo. Así era la suerte de Nick. Era el tipo de chico que
compraba un billete de lotería, lo rascaría y le tocaría una factura más que
tendría que pagar.
Mientras Nick tomaba
apuntes se le ocurrió otra idea.
¿Dónde estaba Nashira?
Hacia mucho que no tenía noticias de ella. Ni de Dagon.
Sus Power Rangers le
habían abandonado. Por lo general no hacían eso... Definitivamente no deberían
hacerlo.
Como sus generales,
estaban bajo su control directo y se suponía que deberían estar cerca suyo en
todo momento. No solo porque Grim y sus fuerzas podrían atacarle en cualquier
momento, sino porque no estaban acostumbrados al mundo moderno. Todos ellos
habían estado encarcelados en varios reinos del infierno durante siglos y no
tenían ni idea de como funcionar en la sociedad moderna
Además de Caleb y
Kody. Caleb porque había sido la mano derecha del padre de Nick y había estado
presente en el mundo más que Adarian, y mucho más que Nick. Y Kody porque nunca
habia estado aislada de la gente. Por no mencionar que a ella le gustaba la humanidad,
no como a los demás, y no quería verlos morir entre gritos agónicos, entre el
ardiente aliento de un demonio.
Nashira podía
funcionar sola poco tiempo, y solo porque había sido capzad de ver y oír desde
el confinamiento del libro encantado.
Pero Xev, Dagon y
Aeron...
No necesitaban
interactuar con el público general sin directa e intensa supervisión. En todo
momento.
Jamás. Y con mucho
énfasis en la parte de jamás.
Sí, su úlcera estaba
creciendo como un lagarto radioactivo en la película de Godzilla. Y si no tenía
noticias de ninguno de ellos pronto, iba a tener un bebé del tamaño del Empire
State.
¿Se acabaría este día?
Nick se encogió
mientras ese pensamiento le pasaba por la cabeza y miró al techo rápidamente.
Eh, ¿estás ahí? He dicho que se acabe el día. D-I-A. Día. No mundo.
Diiiiiiiiiiiia. Por favor, no confundas esas dos palabras o te equivoques de
petición, pero sé como eres... cuando intentas demostrarme algo. No necesito
una lección hoy. De verdad. Gracias. Paz.
Si pudiera dar
esquinazo durante un rato a la mala suerte, quizá estaría bien.
Caleb volvió al aula
con una mirada que hizo que su úlcera creciera casi dos metro más.
Nick levantó una ceja.
No tuvo respuesta.
Nick hizo un ruido de
angustia. Lo que hizo que los otros estudiantes se giraran y le miraran. Les
miró avergonzado.
-La pubertad. Es muy
embarazoso.
-¿Perdona? -preguntó
su profesora.
-Todos me estaban
mirando como si me hubiera crecido otra cabeza así que estaba intentando
aligerar el ambiente.
-¿Y por qué no lo
aligera en su tiempo libre, señor Gautier?
-Sí, señor.
Nick bajó la mirada a
su libro de texto y fingió estudiar para no meterse en más problemas. Lo último
que necesitaba era un viaje a la oficina. Eso podría hacer que le suspendieran.
A pesar de que pudo hacer el truco de la mente una vez, no podía borrar los
registros que decían que había estado allí hace una hora. Así que a no ser que cometiera
un crimen, lo que no estaba dispuesto a hacer, tenía que calmarse.
Respirando hondo,
proyectó sus pensamientos hacia Caleb. ¿Descubriste algo nuevo?
Cuando no recibió
respuesta, miró a su guardaespaldas. ¿Caleb?
Actuaba como si no
pudiera oírle.
Vale… ¿Le había
cabreado? Nick se volvió hacia Kody. ¿Estás hablando los dos?
Al igual que Caleb, no
hizo más que pestañear en respuesta a su pregunta. Eso era muy raro. Incluso
cuando estaban peleados, al menos le dirigía miradas amenazantes.
¿Kody? Se te ve el
sujetador.
Definitivamente no le
oía, porque aunque estuviera enfadada con él o algo por el estilo, lo habría
comprobado para asegurarse de que no se viera. Era algo que le sacaba de
quicio.
En vez de eso, siguió
con sus tareas ignorando su comentario.
¿Qué narices?
Preocupado, Nick
extendió la mano hacia su lápiz e intento dirigirlo con su telequinesis.
Normalmente saldría volando sin ningún tipo de esfuerzo.
Pero esa vez no.
¡No, no, no, no!
El miedo se apoderó de
su corazón al pensar que sus poderes habían desaparecido. ¿Pero cómo? Era el
Malachai. Nadie podría hacerle algo así.
Nadie aparte de su
hijo, y no había hecho nada que pudiera causarlo. Nada de nada.
Dejando de lado los
pensamientos impuros. Después de todo, era un adolescente saludable y eso no podía
evitarse, especialmente teniendo una novia que era excepcionalmente guapa y que
olía tan bien. Pero aparte de eso, todo lo que hacían era besarse. Nada más.
Siendo hijo de una
madre adolescente, y habiendo pasado toda su vida con ella, no tenía ganas de
ser padre de alguien pronto. Ya tenía suficientes seres paranormales de los que
tenía que responsabilizarse. Correr detrás de ellos y arreglar sus desastres le
mantenía suficiente ocupado.
Y luego estaba Kyrian,
que era una clase especial él solo.
Así que, no… Nadie
podría haberle robado los poderes.
Aun así, los pelos de
su nuca se erizaron al sentir la sensación de que le observaban. Mirando a su
alrededor en aquella habitación iluminada por fluorescentes, vio a Stone
Blakermore mirándole como si fuera la sección de bañadores de Sport
Illustrated.
Sí, ese era uno de los
peores. No le había hecho nada a Stone, nunca. Básicamente dejaba en paz a ese
hombre loco. Pero Stone le había odiado desde el momento que atravesó las
puertas del instituto. Era como si Stone hubiera olido al Malachai en sus genes
y reacionara a él de forma primitiva.
-¿Nick?
Le llevó un segundo
darse cuenta de que Kody le estaba hablando.
-¿Sí?
-¿Estás bien?
Le guiñó un ojo. A
decir verdad, estaba algo mareado.
-Eso creo, ¿por qué?
-¿La campana?
Nick miró a su alrededor
y se dio cuenta de que el aula estaba vacía. Kody y Caleb estaba esperando a su
lado con el ceño fruncido por la preocupación.
¿Pero qué…? Justo
estaba mirando a Stone…
¿O no?
-Algo pasa. Estaba
intentando hablar contigo por telepatía. ¿No me oíste?
-No –Kody se arrodilló
a su lado y le acarició el pelo, apartándoselo de la frente para poner la mano
en su piel y ver si tenía fiebre-. Estás colorado y tienes sudor frío –mordiéndose
el labio de forma adorable, miró a Caleb-. ¿Puede ponerse enfermo un Malachai?
Caleb negó con la
cabeza.
-No una vez que hayan
aparecido sus poderes.
Agradecido por su
preocupación, Nick le cogió la mano y le besó los dedos.
-¿Podría ser el Ojo
jugándomela?
Ella miró a Nick.
-Por favor, dime que
has dejado esa cosa en casa.
-Está en mi bolsillo.
Iba a usarlo para jugar la lotería después de las clases.
Ella dijo algo por lo
bajo, y estaba bastante seguro de que era una gran palabrota en una de las
lenguas de sus padres.
-¿Por qué?
Ahí estaba el tono que
un padre impaciente usaba cuando su hijo hacía algo excepcionalmente inteligente,
como meter unas pinzas en un enchufe.
-No sirve para nada
más. Imaginé que me debía una Powerball por todo el trauma que me ha hecho
pasar.
Estirando los dedos,
Kody puso una expresión que decía claramente que si ella tuviera los poderes de
un Malachai, le estaría estrangulando con la Fuerza ahora mismo.
Caleb le puso una mano
en el hombro.
-Recuerda, le
quieeeeeeeeeeres, Kody.
-Me pregunto por qué.
-Yo me pregunto lo
mismo cada vez que lo dices en alto.
-Menuda forma de levantarme
el ego, amigo –Nick se pasó la mano por la frente y parpadeo en un intento de
aclarar su vista-. ¿Entonces creéis que es el Ojo?
-No –Caleb cogió la mochila
de Nick y la llevó-. Pero pareces débil… Como tu padre solía ponerse justo
antes de que le visitaras en la cárcel.
Kody se quedó
boquiabierta.
-¿Qué estás diciendo?
-Digo exactamente eso –Caleb
extendió la mano hacia Nick-. Dame el puño.
-¿Por qué?
-¡Dámelo y deja de
quejarte!
A Nick no le gustaba
ese tono, y no sabía exactamente lo que tramaba. Hablando de cosas que no
presagiaban nada bueno. Y cuando obedeció y Caleb uso sus garras para rajar
parte de su mano, supo por qué.
-¡Oye! Eso ha dolido,
imbécil.
Caleb ignoró sus
palabras y maldijo mientras soltaba la mano ensangrentada de Nick.
-¿Piensas que eso
duele? No tienes ni idea. Y estamos en un problema muy gordo.
Con la respiración
entrecortada, recogió sus garras y miró fijamente a Kody.
-Conoces las leyes
cósmicas. Es mi dueño. No debería haber podido hacerle daño. La única forma de
hacérselo es… -bajó la barbilla en dirección a la sangre que brotaba de la mano
de Nick-. Es que alguien le esté mermando al Malachai que lleva dentro.
-¿Cómo es eso posible?
–dijo Kody con un suspiro.
-No lo sé. No había
oído nada parecido antes.
El color abandonó las
mejillas de Kody.
-Caleb… Si alguien se
entera de esto…
-Creéme, Nyra, lo sé…
Está muerto.
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Fuente: Oficial Sherrilyn Kenyon
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